Reivindicar la política como la actividad más dignificante que pueda realizar el ser humano es una obligación de todo luchador.
Pero la política por sí sola no define nada. Si no, estaríamos obviando que vivimos en una sociedad dividida en clases, por lo que cada actividad que se realiza está teñida por esa división clasista. Entonces reivindicar la política, como lo hacen por estos días los que adhieren al gobierno nacional, o criticarla, como lo hacen los medios de comunicación, nos pone en una disyuntiva falsa, en la que tenemos que optar por una o por la otra cuando, en esencia, son lo mismo.
Son lo mismo porque las dos posiciones terminan intentando llevar agua para su propio molino, escudándose detrás de fines altamente humanitarios como lo es ayudar a los damnificados por la catástrofe de las inundaciones. Ninguna de las dos reconoce que se paran desde posiciones de clase que son propias de la clase dominante; que tienen un interés de clase, sea porque atacan al gobierno o porque lo defienden. Tanto los defensores del gobierno “nacional y popular” como los opositores son defensores a ultranza del sistema capitalista; representan los intereses de una u otra facción burguesa aunque vistan sus discursos de duras diatribas antisistema o de acaloradas defensas de la república.
Los hechos, el accionar político concreto, son los únicos que demuestran las verdaderas intenciones de la política. Si es realizada para luchar contra el sistema de explotación capitalista, como dicen los defensores del oficialismo, que expliquen las cifras que el propio Indec publica y que confirman que más de 12 millones de trabajadores (casi la mitad de la población activa) gana menos de 3.000 pesos por día; repetimos, es el propio y mentiroso Indec gubernamental el que da estas cifras. Allí se acaban todos los discursos; la política se vuelve palpable. El gobierno que se jacta de haber recuperado la “mística” de la política ha hecho políticas que hacen que la mitad de los laburantes deban vivir con menos de 100 pesos por día.
La política beneficia claramente a una clase, no hay mucho más para discutir.
Y también existe la política revolucionaria. Es el accionar que las masas populares llevaron adelante estas semanas, actuando en medio de la muerte y destrucción que dejó la inundación. Millones de compatriotas en todo el país estuvimos lejos de la chicana, de la burda intención de hacer política con la desgracia del pueblo, y se puso manos a la obra para paliar el desastre sin esperar de los de arriba, confiando en la organización, la voluntad y la decisión propias. Ejercitando en la catástrofe la autoconvocatoria que se ejerce todos los días en la lucha cotidiana.
Esa es la política revolucionaria que anida en nuestra clase obrera y nuestro pueblo. Esa política no está representada por ninguno de los de arriba y busca, con ansias de cambio real, poder empezar a plasmarse en una alternativa revolucionaria que se levante ante tanta pudrición y basura capitalista, de uno y otro bando.
A esa política apuesta nuestro Partido, convencido que por allí se están poniendo las bases de la nueva sociedad a construir; desde el interés, la aspiración y la decisión más sentidas de nuestro pueblo.