Sucede en muchas clínicas del conurbano de la provincia de Buenos Aires: se brinda atención a decenas de obras sociales, incluido el PAMI, a obreros, jubilados, pediátricos, y una vasta comunidad, que recurre a este tipo de instituciones privadas, donde las injusticias y el abandono también son moneda corriente; y las padecen tanto los pacientes como los trabajadores.
Anecdóticamente conocimos un hecho que fue el disparador de este texto y de un análisis profundo de una realidad que no sorprende pero alerta. El uniforme, o sea la ropa de trabajo -no muchos lo saben – es un conquista del trabajador.
Más allá de que los monopolios utilizan en la producción el uniforme de distintos colores con el objetivo de seccionar a la clase obrera y dividirla en «categorías»; el uniforme preserva la propia ropa.
Muchos combates ha tenido que dar la clase trabajadora para lograr la conquista de una indumentaria, darle calidad humana y dignidad a nuestro esfuerzo cotidiano para poder abandonar los harapos que el patrón pretendió que usáramos durante tantos años.
Este contexto histórico parece ser desconocido en una de las clínicas a las que hacemos referencia, tanto por sus dueños como por los “representantes” gremiales. Yendo al grano, esta clínica no entrega desde hace dos años la ropa para que todo el personal realice las labores correspondientes. Esto es obligación del empleador desde lo que marca la propia ley burguesa.
Al igual que en otras muchas clínicas, la disposición del personal de enfermería – por ejemplo- por cantidad de pacientes que asisten a la misma, es escaso, provocando el colapso del sistema de salud -recordemos que existe un límite de cantidad de pacientes por enfermero- dándose situaciones donde los mismos atienden a más de diez internados. Las funciones profesionales y la atención que reciben los pacientes se ven condicionadas por la falta de insumos.
A esta realidad se le suma un agravante: desde hace unos meses la clínica divide los sueldos pagando fuera de término la totalidad de los haberes de los que allí trabajan. El discurso de los directivos es la misma musiquita que ya todos conocemos “CRISIS”; y cuando hay crisis, la misma se reparte automática y mayoritariamente entre trabajadores y pacientes; pero cuando los réditos son favorables, los mismos no son compartidos y se los apropian los dueños.
Como decíamos al principio, esta realidad no sorprende pero alarma, ya que aquí se ve como día a día se pretende ganar terreno pisoteando las conquistas de los trabajadores generando condiciones inhumanas hacia los pacientes y precarizando la salud. El objetivo empresarial es uno solo: las Ganancias, y esto va en desmedro de la condición humana.
Ellos no miden las consecuencias y los daños a la hora de reducir costos, humanizar la prestación los obligaría a duplicar el personal, disponer de los insumos necesarios etc., y eso no es negocio.
La explotación, la precariedad, no atender las demandas de los pacientes, la complicidad con los laboratorios y los negociados sindicales, sí les representan negocio.
Pero es aquí donde comienza a ganar terreno el reclamo que desde hace tiempo surge como producto de un despertar de la gente y el cansancio de los trabajadores, los que ya no nos callamos ni nos escondemos más. Alzamos nuestras voces y le damos comienzo al final de tantas injusticias, ellos son parte del mismo circo al que los trabajadores y el pueblo le decimos BASTA.