Hace pocos días atrás la empresa Etiquetas Arslanian (apellido ilustre de la más reciente historia argentina) sufrió un cimbronazo de esos a los que la burguesía más le teme.
La totalidad de los trabajadores, aproximadamente 300, se autoconvocaron en una sección y no iniciaron una asamblea sino un paro. El estado deliberativo y asambleario por la situación salarial indefinida y por las criminales condiciones de trabajo y maltrato a que son sometidos los trabajadores , por ejemplo: suspensiones de 48 horas por ausentarse 40 segundos del puesto de trabajo, descuentos y atrasos en los pagos, trabajadores de la imprenta que está en la planta que cobran como textiles, etc.., desembocó en reclamos nunca oídos ni de parte del gremio, ni mucho menos de la patronal y, hartos de todo esto, los obreros resolvieron hacer este paro que es producto de su autoconvocatoria.
Comenzó en una sección y se trasladó al resto de las demás y todos confluyeron en imponer sus demandas. El delegado gremial que no labura y se va todos los medio días, los acusó de estar en una situación ilegal y de faltarle el respeto a la empresa y al gremio por no pedir permiso para hacer lo que estaban haciendo.
Como esos comentarios enfurecieron más a los obreros, bajó otro personaje de la patronal –el gerente- y antes que la cosa termine peor no tuvo más remedio que acceder a las justas demandas planteadas. La empresa debe pensar bien lo que hace y no despedir ni suspender gente con el argumento de que se ausentó 40 segundos de su puesto de trabajo u otras cosas por el estilo. Lejos de desconocer que la burguesía no cambiará su condición de clase explotadora y que éste es su rasgo más reaccionario, es decir, contrario a la aspiraciones de una vida digna por parte del trabajador, sí debemos afirmar que la clase obrera afianza su condición de clase revolucionaria no sólo cuando hace retroceder al burgués sino cuando unifica su acción junto a la del pueblo, cuando de la confrontación con la burguesía de la propia fábrica o empresa avanza a la confrontación de la propia clase burguesa y su séquito de funcionarios desde la unidad política y revolucionaria del pueblo.