“La tierra, robada, será recuperada” fue la firme consigan de la movilización con que culminó la Segunda Cumbre Nacional de los Pueblos y Organizaciones Originarias en Formosa.
Con la participaron de los pueblos Mbya Guaraní, Wichí, Pilagá, Nivaklé, Kolla, Lule, Mapuche, Tehuelche, Selknam, Qom, Mocoví, Komechingón, Tonocoté y Diaguita, se trabajó en la elaboración de un plan de lucha conjunto para enfrentar las políticas de expulsión y apropiación de sus territorios comunitarios aplicadas por los gobiernos de los monopolios en todo el territorio nacional.
Así como también responsabilizaron a las industrias extractivas y otras tales como petrolera, sojera, minera y forestal, de la destrucción y contaminación del medioambiente que afecta tanto a sus comunidades como a todo el pueblo en general.
Este encuentro se da en medio de una ofensiva en la lucha de las comunidades aborígenes, particularmente en la región norte, (Salta, Santiago del Estero, Chaco y Formosa) donde se destacan las comunidades Wichis del oeste formoseño que, junto a criollos pobres tomaron toda la región de Palmar Largo, los pozos petroleros y cortaron las principales rutas provinciales y nacionales durante casi dos meses conquistando sus demandas; la lucha histórica de los Qom en el Chaco y Formosa haciéndola “visible” para todo el país, profundizando las contradicciones de los monopolios y sus gobiernos, obligando al poder Ejecutivo “Nacional y popular” de Cristina Fernández de Kirchner a ensayar, una vez más, su hipócrita doble discurso.
En sus documentos declaran:
“Vemos alarmados cómo nuestros territorios utilizados como meros proveedores de materia prima para el mercado global, mientras expresamos discursos de soberanía. En los territorios indígenas del sur nuestro drama es la contaminación hidrocarburífera, agravada por la llegada de la nueva tecnología del Fracking (fractura hidráulica), o enormes extensiones otorgadas a la megaminería, sin ninguna contemplación a la presencia del Pueblo Mapuche. En lo relacionado al agronegocio, en las últimas dos décadas, la superficie sembrada con soja resistente a los herbicidas creció en un 5.000 %, lo que representa dos tercios de la superficie cultivada total del país. Vemos que se promueve así una agricultura deshumanizada, sin agricultores y donde las semillas, la biodiversidad y la tierra son objetos y no lo que hay que proteger por siempre. Quienes sufren los impacto de las fumigaciones, el desmonte, las enfermedades, la falta de alimentos sanos, las inundaciones y las sequías, la pérdida de suelos y sus riquezas, el desplazamiento de poblaciones, y el hacinamiento en los márgenes de las ciudades, viviendo del asistencialismo, somos los pueblos indígenas y la población campesina.”
«El Territorio nuestro ya no tenemos, teníamos 250 mil hectáreas de nuestro Territorio, no tenemos agua, no tenemos montes, no tenemos todo. Ahí está una empresa que se llama Don Panos (Eurnekián), todos los días riegan sus chacras, y las comunidades no solamente los indígenas, también los criollos pobres no tienen agua. Cuando necesitamos agua tenemos que hacer cortes de ruta para que los camiones repartan el agua.” dijo el Pte. Federación Nacional Campesina del Chaco
La lucha y la organización de los pueblos originarios se enmarca en el alza de las luchas políticas de todas las clases populares. Su decidido avance en la unitaria organización política por fuera de las instituciones burguesas va creando la emergencia política de la construcción de una fuerza política nacional capaz de unificar a todo el pueblo hacia los cambios sociales.
La unidad política del pueblo cuenta con el aporte de los dignos pueblos originarios, una vertiente histórica que empuja a la propiedad comunitaria de la tierra en todo el país para que el hombre ocupe el centro en el interés común por encima de cualquier mercancía o propiedad privada.