La presidenta Cristina Fernández inició su discurso del 20 de junio en Rosario, diciendo que cuando llegaba en helicóptero a la ciudad, no podía ver el monumento a la bandera debido a que había una gran cantidad de nuevos edificios altos que lo tapaban.
Inmediatamente, afirmó que esa riqueza y ese desarrollo eran producto del “modelo” nacional que su gobierno sostiene.
¡Cuánta verdad no reflejada en los medios masivos ni en los comentarios de políticos de todo signo sobre el discurso presidencial! Estos prefirieron hablar del baile del himno interpretado a ritmo de murga y de la comparación que la primera mandataria hizo de ella misma con Manuel Belgrano.
Precisamente, lo que dijo la presidenta ostentando un sincero orgullo, es la realidad. Su “modelo” fomenta la construcción de gran cantidad de edificios con departamentos lujosos sobre la costa del Paraná, edificios inteligentes computarizados, con la apreciada vista al río, con solarium, piletas de natación, yacuzi, saunas, spa y otros servicios. Estos emprendimientos están siendo ejecutados por consorcios de inversión, es decir capitales para la especulación inmobiliaria.
En la ciudad de Rosario, en el año 2011, se acusaba un déficit de 30.000 viviendas, pero contradictoriamente había 50.000 viviendas desocupadas.
Pasando en limpio: las 30.000 familias (más de 100.000 habitantes) que no tenían vivienda, no podían pagar por ocupar parte de esas 50.000 que estaban desocupadas. Menos podrán pagar estas viviendas lujosas. Más profunda se hace la brecha entre la necesidad y lo que ofrece el sistema o “modelo” como prefiere llamarlo la representante de la oligarquía quien, a viva voz, fanfarroneaba desde el escenario.
¡Ella lo describió con perfección inobjetable! La obra del capitalismo monopolista de Estado que ella llama con pedantería “su modelo”, se basa en la ganancia y la especulación y nunca es motivada por la satisfacción de las necesidades humanas, salvo que la lucha de clases, la presión y el enfrentamiento, los obligue a torcer el rumbo y ceder parte del lucro que las masas conquistan.
Lo que pasa con la vivienda se repite en todos los rubros y en todos los planos. Eso lo sabemos con seguridad. Ahora, las mayorías nos preguntamos cómo damos fin a tanta descomposición.
Todo lo que podemos contar a nuestro favor ha sido arrancado a los distintos gobiernos que vienen sirviendo a los monopolios. Nada le debemos ni a éste ni a anteriores gobiernos y eso ya es un gran logro.
El ascenso creciente y sostenido de las movilizaciones de masas que hoy vivimos nos proporciona la base para que avancemos hacia un nuevo nivel. Los pueblos del mundo y la región nos acompañan en la movida.
Ahora no sólo debemos conquistar sino transformar cada conquista en un nuevo escalón de una lucha superior. La unión de cada necesidad irresuelta y de cada reivindicación a conquistar sólo podremos encontrarla en un proyecto político común que represente los sueños de las mayorías que ya no creemos en todas estas mentiras e impunidades de la clase dominante. Una lucha política, lejos de la politiquería electoral del sistema, por un proyecto revolucionario que ponga fin a esta historia repetitiva de enfrentamiento diario contra la burguesía que sostiene estos privilegios.
Ahora se trata de unir, desarrollar y extender las fuerzas populares capaces de vencer a la oligarquía financiera, y sus funcionarios y alcahuetes, en forma definitiva y de construir un país que nos permita resolver nuestras necesidades básicas y desarrollar el camino de satisfacción de nuestras más altas aspiraciones sociales.