En el artículo “Carta desde Brasil”, publicado el domingo pasado en esta página, un párrafo de la misma dice textualmente: “Brasil es una ilusión. Nada funciona. Las ciudades no fueron planificadas. El tránsito es caótico todos los días (inclusive los sábados, domingos, y de noche). Es sub-humano usar el transporte colectivo. No hay ningún hospital público decente. No hay escuelas públicas que puedan enseñar el mínimo a tus hijos. El gobierno de Brasil falló en todo. No es que no anda esa o aquella cosa. Nada funciona en Brasil”.
Si cambiáramos la palabra Brasil por Argentina, notaríamos que vale lo mismo para nuestro país lo que se describe de la realidad del país hermano.
Las dictaduras militares sufridas por los pueblos del Cono Sur, verdaderos procesos fascistas, con la particularidad de cada país, fueron la respuesta contra-revolucionaria de la oligarquía financiera al auge revolucionario de las décadas del 60 y 70 del siglo pasado. Los gobiernos electos en procesos democráticos burgueses nacieron con una expectativa popular directamente proporcional al enorme avance que significaba la derrota de los gobiernos militares.
Los procesos democrático burgueses fueron defraudando las aspiraciones y expectativas populares, más allá del signo que tuviera tal o cual gobierno. La concentración y centralización de capitales siguió el curso propio de todo proceso capitalista en su etapa imperialista, no sin altibajos ni problemas dado que la lucha de los pueblos fue condicionando ese proceso objetivo y obligó a la clase dominante a otorgar concesiones políticas, económicas y sociales al movimiento de masas, verdadera etapa de conquistas del movimiento obrero y popular que así fueron sentidas y reivindicadas.
Lo que los gobiernos burgueses de la región presentan como graciosas concesiones son, en verdad, conquistas que fueron posibles con el pueblo en las calles. Las mismas que alientas esta nueva oleada de luchas.
La oligarquía financiera mundial y todos sus voceros nos quieren imponer el capitalismo como única forma de organización social y la democracia burguesa (representantiva y parlamentarista) como único forma de organización política de la misma. Los pueblos, pasando por arriba a toda la institucionalidad de la burguesía dominante, llevan a la práctica y reivindican la democracia directa expresada en la autoconvocatoria lo que, de hecho y ya en las consignas políticas, cuestiona a la “sagrada” democracia burguesa; al mismo tiempo, cada lucha y reclamo popular lleva grabada la consigna “Así no se puede seguir viviendo”, por resumir de alguna manera lo que las luchas contra la explotación y la opresión expresan.
En nuestro país el capitalismo y la democracia burguesa están cuestionados por grandes sectores del pueblo. Este cuestionamiento no tiene aun una expresión política unitaria que lo represente, que lo contenga y que lo conduzca hacia una decidida lucha por la obtención del poder político para las grandes mayorías.
Sin embargo, la lucha en esencia revolucionaria de la clase obrera y el pueblo hacen surgir miles y miles de agrupamientos políticos y sociales que luchan contra el sistema, cada uno en su trinchera, pero sin un “plan de operaciones” (parafraseando al patriota Mariano Moreno) que nos permita potenciar la lucha de cada día en una expresión política nacional, que dispute decididamente el poder a la burguesía monopolista y sus gobiernos. Este camino se ha comenzado a transitar y tenemos confianza absoluta que será un camino lleno de logros y realizaciones para los millones de compatriotas que están en la búsqueda de la propuesta política revolucionaria.
Y también confiamos en que será un gran aporte de nuestra clase obrera y nuestro pueblo al proceso abierto en los países hermanos de nuestra América Latina y para el conjunto de los pueblos de los distintos lugares del mundo que están luchando por su emancipación; y la experiencia de los mismos fortalece y aporta también a nuestra lucha.