Comienza mañana una nueva cumbre del G-20. Además de estar teñida por la posible intervención militar directa de Estados Unidos y sus aliados en Siria, el objetivo central de este tipo de reuniones es “ordenar” algo del capitalismo, en medio de la crisis estructural nunca antes atravesada por ese sistema.
Ha trascendido que una de las “principales” decisiones que se tomen en esta cumbre es la de dar prioridad al empleo entre las personas jóvenes. Más allá que esto se declare y luego sea llevado a la práctica (como muchas veces no ocurrió: recordar el “fin de los paraísos fiscales”), lo que se promueve es que lo Estados otorguen subsidios a las empresas que den empleo a los jóvenes pagando parte de los salarios.
Esta política, que ya es llevada adelante en muchos países del planeta, el nuestro entre ellos, quiere ser tomada como una política mundial para que los Estados la adopten, precisamente, como políticas de Estado; es decir, políticas que van más allá de los gobiernos y que permanecen en el tiempo.
Lo que aquí se desnuda es que los popes del capitalismo están en una encrucijada: por un lado, necesitan seguir llevando la producción a los más recónditos lugares del planeta donde consiguen salarios bajísimos pero, contradictoriamente, la lucha de los trabajadores de esos países no permite la existencia de niveles salariales de miseria.
Este proceso se expande rápidamente por los países llamados “emergentes” y es un problema objetivo para los planes imperialistas mundiales.
Por el otro lado, los ajustes implementados en las economías de los países imperialistas “centrales” han significado un ataque fulminante a los derechos y conquistas obreras que, principalmente, apuntan a la rebaja de la masa salarial.
Así y todo (y teniendo en cuenta el proceso que describimos anteriormente), la oligarquía financiera mundial abre el paraguas y se garantiza que gran parte de los nuevos empleos que necesiten crear en esa parte del mundo, como en los países en los que ya no pueden pagar salarios tan miserables, cuenten con el subsidio de los Estados monopolistas al servicio de esa porción de la clase burguesa mundial.
Una demostración más de que los “jefes de Estado” son, justamente, jefes de Estados al servicio de la oligarquía financiera. Seguramente estas y otras cuestiones que se tratarán en esta cumbre ya han sido decididas en los despachos de los popes del capitalismo mundial para que sus presidentes rubriquen las medidas.