En el marco de la previa a la reunión de la ONU, ayer, Cristina Kirchner, aseguró que “desde la caída del muro de Berlín, pensamos que en el mundo se impondría el respeto a la propiedad privada, y la democracia”, “necesitamos un mundo más democrático en serio”, al tiempo que remarcó que “no se puede vivir en un mundo donde todo dependa de lo que resuelvan una o dos personas”.
“No estamos hablando de Argentina, estamos hablando del mundo” y “creemos que esto va a ser tenido en cuenta y si no, vamos a pagar igualmente” porque “lo único que Argentina no se puede permitir, es no pagar”, concluyó la Presidente respecto de los acreedores que no ingresan al canje de deuda.
En estas dos frases está concentrada la lógica del poder de la oligarquía financiera y la impotencia de los gobiernos serviles, débiles y dubitativos que intentan ser fieles a sus mandantes a pesar del acorralamiento al que los tiene sometidos la lucha y movilización de las masas populares.
El poder de la oligarquía financiera no admite medias tintas. La vieja frase bíblica que Menen reactualizó: “a los tibios los vomita dios”, le calza exactamente a este gobierno en pendiente política irreversible.
A la vez pinta con exactitud la fase que estamos viviendo los argentinos.
Nuestra cercanía a una democracia para el pueblo, nuestra proximidad a un sistema político económico basado en que los recursos producidos por todo el pueblo sean distribuidos para la satisfacción de nuestras necesidades y la proyección hacia una vida que aliente al desarrollo humano, está en las antípodas del sistema capitalista y por fuera de los mecanismos de esta democracia burguesa formal, es decir por fuera de todo proceso electoral.
Ningún partido de la burguesía o sector político podría encarar otro camino diferente al del gobierno actual.
La sed insaciable de la oligarquía financiera, determina que pagar deuda (eufemismo de exportación de capitales) es algo que el Estado argentino en manos de los monopolios seguirá haciendo puntualmente mientras exista el poder burgués, porque este mecanismo no es otra cosa que la forma de apropiarse de masas de plusvalía que complementan otros mecanismos como la explotación directa, los subsidios, el contrabando, la inflación, etc.
La dictadura del capital financiero dada por su irremediable voracidad, enfrenta a cualquiera de sus gobiernos, sea cual fuere su fachada, contra las aspiraciones populares de acceder a una vida digna. El capital financiero tiende al absolutismo y la reacción en política, nunca a la democracia.
Las aspiraciones de nuestro pueblo a una vida digna son posibles de lograrse a través de la lucha revolucionaria hacia la conquista del poder para construir el socialismo. Siempre se alejarán por el camino de la supuesta “ampliación de la democracia” a la que nos invitan todos los partidos políticos electoralistas.
Cualquier opción sin destruir el sistema capitalista es mentirosa, utópica, engañosa y sumamente sacrificada para el pueblo que, a través de ellas, nunca encontrará una resolución para sus problemas.
La revolución en Argentina, está más cerca de lo que los sectores políticos parlamentaristas, sean de derecha o de “izquierda”, se empeñan en difundir.
Profundizar, desde las entrañas en donde las masas populares nos reunimos diariamente para producir, en las escuelas, los centros sanitarios, los barrios, la pelea contra el poder del Estado y sus instituciones, la unidad y la organización para imponer nuestra voluntad soberana como pueblo, es el camino que debemos transitar.