La profundización de la crisis política del poder, que se manifiesta en la debilidad en todos los planos de la lucha de clases, los llenan de incertidumbres a la hora de ver cómo afrontar sus necesidades inmediatas de ajustar el cinturón de los trabajadores y el pueblo, y agudizan las tendencias, propias y naturales de la oligarquía financiera, a la reacción y el autoritarismo del Estado y el régimen.
Desesperados por la incapacidad política en el control de las luchas, que desde la práctica de la democracia directa y la autoconvocatoria rechazan y abandonan toda institucionalidad burguesa, cuestionando, sustancialmente, todo su poder, ya desbordan la capacidad represiva de lapolicía y la gendarmería. Esto los ha llevado a intentar revivir el cadáver de uno los pilares fundamentales del Estado burgués, derrotado políticamente por el pueblo en los inicios de los 80, que son las fuerzas armadas.
La decisión de rearmar a los militares por un lado, y de ponerlos en la escena social frente a catástrofes para colaborar en la construcción de infraestructuras, por el otro, apuntan a reinstalar esta institución represiva, buscando naturalizar la presencia de los uniformados entre el pueblo.
Tal es así que se ya aparecieron “ayudando” en las inundaciones en La Plata, acudiendo a tareas de «rescate» en la explosión de un edificio en la ciudad de Rosario, “colaborando en el cuidado” de la fronteras abandonadas por gendarmería por su traslado al Gran Buenos Aires, y en la reconstrucción del ferrocarril Belgrano Cargas, entre otros ejemplos.
Pero la lucha de clases es cruel, no respeta plan alguno y sepulta a un Maquiavelo todos los días. Y fue en Río Gallegos, capital santacruceña, donde la crisis habitacional en medio de una interna feroz, fue aprovechada por cientos de familias para tomar tierras soportando los fríos vientos del sur, con el único fin de tener un techo, un lugar donde vivir, obligó a desenmascarar la mentira y el intento de engaño.
En una movilización represiva sin precedentes de Gendarmería y Prefectura, encabezada por el secretario de seguridad Sergio Berni que, en violación de las propias leyes burguesas, sacó al Ejército a la calle, para “disuadir” a 1.500 mujeres, hombres y niños que abandonen las tierras que ocupaban.
El repudio y rechazo del pueblo argentino a semejante atrevimiento autoritario burgués ya está en las calles y su lucha obligará al poder a dar un paso atrás y llevar nuevamente a su cadáver a los cuarteles.