Unos de los ejes de la propaganda electoralista es plantear que el voto es “poder”.
No es casual que así sea, por experiencia propia nuestro pueblo sabe que el voto no soluciona nada. En ese punto las fuerzas políticas del sistema se abroquelan, se abrazan en la idea de defensa a ultranza del sistema y sus instituciones a la vez que comienzan a sentir el rigor de la embrionaria idea de la lucha revolucionaria que recorre en lo más profundo de la población.
A pocos días del acto electoral la lucha de clases se expresa constantemente, una consigna que unifica a un pueblo en toda acción es la necesidad de otra vida que ponga en alto la dignidad del Hombre.
Sin embargo la dominación del Estado monopólico y sus sucesivos gobiernos que sufren los embates de la lucha popular aún no están suficientemente cuestionados en su poder, prevalece aún la idea de la conquista económica y política en los marcos del sistema capitalista, generador de las aberraciones más grandes que pueda sufrir una sociedad humana.
Existen condiciones para profundizar la lucha de clases desde la propia experiencia que nuestro pueblo viene haciendo pero orientando el enfrentamiento al terreno de disputarles la iniciativa allí donde el poder se encuentre. No hay lucha chica o grande, hay lucha, de lo que se trata (repetimos) es que la iniciativa pase a manos del pueblo.
Lo dominante hasta ahora ha sido que ellos impongan sus reglas y que el pueblo en la mayoría de los casos se las haya cuestionado provocándoles severas crisis políticas que perduran en el tiempo.
Decíamos anteriormente que hay condiciones para tomar la iniciativa e imponerles desde la movilización los condicionamientos a su dominación de clase. Es decir desde la movilización comenzamos a profundizar nuestras aspiraciones en cada terreno que los encontremos. No se trata ya solo de frenarlos, conquistarles lo que nos arrebatan a diario, luchar, sino profundizar la idea embrionaria de que vamos a cuestionarles su dominación imponiendo los puntos salientes para garantizar una vida digna y a la vez preparar las bases materiales para imponer una nueva sociedad que ponga fin a un sistema capitalista ya degradado.
Cuando hablamos de que ya existen las condiciones para avanzar en este camino revolucionario es porque ya se ha hecho mucho por parte de la clase obrera y el pueblo, la lucha ha sido un peldaño necesario para este desafío, sin embargo, para cuestionarles la dominación a la lucha ya alcanzada hay que avanzar decididamente en la organización para garantizar el golpe. Contamos a favor con la experiencia de la Democracia Directa que por años se ejerce en cada enfrentamiento, contamos con esa experiencia de lucha que lleva décadas, pero ahora se trata de cuestionar la dominación de decirles que “llegaron hasta acá y que de ahora en más las cosas van hacer como lo digamos nosotros (pueblo)”, para ello hay que tener espaldas y en cada terreno esas espaldas son la masividad, la organización, la unidad y la decisión de ir por una nueva vida.
Hay ganas de ir por un cambio, no se quiere seguir viviendo como hasta ahora pero el punto débil que se presenta es el ¿cómo cambiar?
Entendemos que se abre un momento de la historia en que si vamos por lo nuestro, en el terreno que sea, esa conquista hay que prepararla, no se trata ya de esquivar el golpe de ellos se trata de golpearlos y preparar las fuerzas. Ello requiere tomar iniciativas políticas y organizativas bien pegados a la idea del doble poder, es decir, avanzar en nuestro terreno en donde existe masividad, en donde la correlación de fuerzas es aplastante a favor a la revolución, es allí en donde cabe la idea de que no hay lucha chica o grande, hay lucha, sobre la base de que la iniciativa pase a manos de la revolución.
Hay que avanzar en este camino, profundizarlo, nacionalizarlo y hacerse fuerte en las entrañas del poder popular.
A modo de ejemplo en un barrio ya no solo es insuficiente exigirles que pongan seguridad ante la ola de robos, se trata de tomar la iniciativa e imponer nuestro objetivo, el pueblo va a controlar la seguridad y el pueblo va a controlar a la policía, para ello es necesario que los vecinos más inquietos y preocupados, los más decididos reunidos en asambleas vayan casa por casa para explicar los alcances de la medida, de cómo se ha entendido aplicar la seguridad desde la idea del doble poder, para ello se hace necesario organizar las fuerzas de los vecinos para comenzar a implementar los primeros pasos de las medidas a tomar entendiendo que controlar la seguridad requiere de masividad y organización capaz de sostenerse en el tiempo lo que implicará un sostenido estado asambleario y establecer medidas concretas bien debatidas y bien organizadas para sacar del barrio a la droga que convive con la policía. Ya no puede ser un acto espontáneo de las masas como viene pasando tan seguido, ahora se trata de sacarlos con la fuerza organizada del barrio, con la masividad necesaria para garantizar que “por acá nunca más”. La policía deberá rendir cuentas de sus acciones a los vecinos, se los controlará. Esa institución represiva del Estado, en los hechos tiene que ser reemplazada por la organización del barrio que en su masividad y organización impondrá poder. A esa organización del pueblo tendrán que someterse y dar cumplimiento a la vez que esa fuerza local se irá ampliando con experiencias más cercanas y nacionales.
Es mucho lo que hay que hacer, pero hay bases materiales para tomar la iniciativa que se requiere para entablar un cuestionamiento a la dominación que ejerce el Estado de los monopolios y sus gobiernos de turno.