Europa atraviesa por una crisis estructural sin precedentes. España, Holanda, Italia, Portugal, Gran Bretaña y por supuesto Grecia aparecen primeros en la lista. Ahora bien, es una crisis del sistema capitalista y afecta principalmente a los pueblos de estos países.En los útimos años, el capitalismo sucumbió, debido a la guerra intermonopólica que busca más concentración de capitales y presiona cada vez más sobre las espaldas de los trabajadores. Tuvo un solo inconveniente, con la lucha decidida y sostenida de las masas populares. Los gobiernos ponen bien claras sus prioridades. El presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, declaró que su fuerza política (Partido Popular) hoy en el gobierno, no cumplió con las promesas electorales, pero cumplió con su deber. Lo que debía hacer era ajustar a los españoles. El Rey de Holanda, esposo de la argentina Maxima Zorreguieta expresó algo similar. En su primer discurso oficial en el cargo, anunció que daba por cerrada la etapa del Estado de Bienestar. El gobierno no puede hacerse cargo de atender a todos en cuestiones como salud, educación, pensiones. No hay plata para eso. Entonces, queda blanco sobre negro, cual es la responsabilidad de los políticos burgueses ejerciendo sus mandatos.
Las formas de la «democracia» parlamentaria esconden un fondo bien distinto. Los supuestos representantes del pueblo solo velan por los intereses de la oligarquía financiera internacional. Intentan mantener al pueblo obnubilado, engañado, para poder pagar las deudas de la banca internacional con el dinero de sus impuestos. El estado de Malestar Como es de esperarse, la burguesía, al igual que en el «tercer mundo», a la crisis se la hace pagar al pueblo. Los índices de desocupación en España rondan el 30%, dentro de este porcentaje, alrededor del 85% son jóvenes de 23 a 35 años de edad. Los desalojos de viviendas con deudas (desahusios) llegaron a niveles altísimos. Los salarios están congelados desde hace dos años (los aumentos autorizados son inferiores al 1% anual), y la inflación reduce su poder adquisitivo. El estado puso en cuestión la estabilidad de todos sus agentes, con amenazas de cesantías masivas. Por su parte, el sector industrial en simulada caida libre, se las arregló para seguir produciendo con menos cantidad de obreros, incrementándo tareas en las ocho horas, es decir ajustando la superexplotación. Un simple dato: desde 2008 hasta hoy emigraron de España unas 700.000 personas. En tiempos de convulsión en el norte de Africa, los países árabes y sus vecinos europeos, con movilizaciones de cientos de miles en defensa de sus derechos, las masas españolas no se quedaron atrás. Parieron su propio «Mayo», el 15M. Este movimiento que se caracterizó por ser anti-capitalista, estuvo en sus comienzos plagado de consignas reformistas y progresistas. Buscó hacer que funcione el sistema, y denunció sus graves deficiencias. Hicieron famosa su condición de sufrimiento y su grito de ya basta. Se llamaron «Indignados» y dieron ejemplos de democracia a propios y ajenos. Mucho se ha mencionado de la poca participación de la clase obrera en el movimiento 15M. En verdad, los que no tuvieron participación fueron los sindicatos. La clase trabajadora española está buscando nuevos canales de participación porque no se siente representada por los que dicen dirigirla. El caso es que este 85% de jóvenes desocupados entre 23 y 35 años, en su mayoría son obreros. Que el 15M tenga una posición totalmente distinta a los sindicatos de España, es saludable y hasta un avance en la lucha de las masas europeas. Razones para buscar un cambio. Parecía que todo había vuelto a la normalidad, que aceptaron su destino y nada más. Pero durante el verano europeo continuaron las actividades de organización, trazando planes, clarificando objetivos, ganando conciencia. Ahora vuelven a hacerse notar, en las calles y plazas, en los medios de información, en cada centro de trabajo. Al calor de las luchas, desarrollaron y profundizaron sus posturas, hasta plantearse la necesidad de cambiar el sistema y no solo «repararlo». Esto es lo preocupante para los gobernantes, lo que llaman una radicalización del discurso. En las primeras movilizaciones del mes de octubre difundieron un documento que decía «La solución nunca vendrá de arriba, de quienes forman parte de esta cleptocracia [gobierno de ladrones]. Es nuestro turno. Echar a la mafia será un primer paso necesario en el camino hacia nuestra soberanía, hacia un cambio de sistema.» Su victoria será la nuestra también.