Pasado el acto electoral, luego de haber mostrado las hipócritas caras de falsos triunfadores, todos los sectores en los que está dividida la burguesía, de derecha a izquierda, dieron rienda suelta a sus verdaderos “sentimientos” (si es que los tienen).
Las facturas que se pasan entre ellos (que “antes eras aliado pero ahora te fuiste”, que “por culpa de la división no pudimos meter otro diputado”, que “si sumáramos toda la “oposición” podríamos ganar para el 2015”, que “si el partido gobernante se une puede derrotar a toda la oposición”, que “es necesario unir toda la izquierda para transitar hacia un gobierno del pueblo”, y otros lamentos absurdos e irrealizables en medio de la crisis política que ostenta) no sólo demuestran su derrota ante la imposibilidad de generar alguna expectativa en el pueblo con la mentira electoral sino, fundamentalmente, la impotencia de unificar una posición en lo político para los duros enfrentamientos de clase que se avecinan. Porque el pueblo, con sus luchas sostenidas, seguirá yendo por más.
La burguesía monopolista sabe que el próximo escenario es el de la aplicación de mayores ajustes pues, tanto el auge de masas en nuestro país como la lucha interimperialista mundial, la ha llevado a situaciones insostenibles para la continuidad de los negocios.
La brecha entre el dólar oficial y el dólar paralelo, el vaciamiento de las reservas del Banco Central, los pagos de la “deuda” que exigen los organismos internacionales, la necesidad de urgente nuevos subsidios para las próximas “inversiones” de capital, la reducción de costos laborales (léase achicamiento de salarios), la nueva y urgente alza en impuestos (a los salarios, servicios, etc.), y otras medidas que deberán realizar por imposición del sostenimiento de la tasa de ganancia, constituyen todas piedras indigeribles para el pueblo que no está dispuesto a tragarse.
¿Cómo va a ser posible hacer los negocios si imposible es disciplinar a las masas? ¡Y eso la burguesía lo sabe perfectamente!
También saben los sectores monopolistas dominantes que, al gran estado de movilización de las masas en todo el país, se le suma el ingrediente del proceso de unidad de los revolucionarios que se está gestando en sectores de la vanguardia proletaria y popular, lo cual comienza a despertar expectativas en los sectores populares en donde se manifiesta o se conoce dicha unidad.
Grandes enfrentamientos por venir y los dos bloques en pugna se preparan para los anunciados choques: por un lado, el proletariado y el pueblo movilizados, en ascenso y en medio de un proceso unitario de sectores de su vanguardia revolucionaria con un proyecto claro en camino hacia la conquista del poder. Por el otro, la burguesía monopolista que tiene y sustenta el poder, pero en crisis estructural, sufriendo el descreimiento de las mayorías populares y sin posibilidad de envolverlas en el engaño, tratando de sostener con un tridente los negocios líquidos que se hacen con ajustes descarnados contra el pueblo.
Toda otra película que se intente relatar no tiene cabida en la realidad de nuestro país.