Ayer se conoció el fallo de la Corte Suprema que dicta la constitucionalidad de la «Ley de Medios»; si bien en su momento nuestro Partido ya ha fijado posición sobre la misma y la disputa entre el gobierno y el grupo Clarín, creemos conveniente publicar la nota aparecida en La Comuna Nº71 sobre la libertad de prensa, porque consideramos aborda el problema desde una posición mucho más abarcativa y diametralmente opuesta a las presentadas por las distintas posturas de la clase burguesa (llámense gobierno u oposición).
ACERCA DE LA LIBERTAD DE PRENSA
“La primera libertad de la prensa es no ser una industria”.
Carlos Marx; Gaceta Renana N° 139, Suplemento, 19 de mayo de 1842
“La discusión (bastante devaluada ya) que intentó imponer el gobierno kirchnerista con la “Ley de Medios”, fue presentada como una medida que abría el debate acerca de la libertad de expresión y la democratización de los medios de comunicación.
Si bien estamos hablando de la modificación de una ley heredada de la última dictadura militar, lo que presupone su obsolescencia y caducidad, el debate nació con una limitación insalvable: la de ser impulsada por un gobierno que, a pesar de su presentación como nacional y popular, es un gobierno burgués monopolista. Por lo que los términos de la discusión se dan en el marco de las concepciones burguesas acerca de libertad y la democracia, en este caso aplicada a los medios de comunicación.
Por lo tanto, el presente artículo no tiene como objeto entrar en el debate de la Ley de Medios del kirchnerismo sino abordar, un poco más ampliamente,el tema de la libertad de prensa en la actual etapa del capitalismo y cómo abordar el problema desde la acción revolucionaria.
La aparición de la imprenta moderna en la Europa del siglo XV, significó un gran avance para la Humanidad y logró dar un gran impulso a las nuevas ideas de esa época. La burguesía naciente supo ver en ese invento revolucionario un adecuado instrumento para alentar su revolución, dado que la nueva herramienta permitía una mayor fluidez de las publicaciones hasta ese momento sólo limitada a los escribas de los reyes, nobles, clérigos y señores feudales.
Las revoluciones políticas de los siglos posteriores, en las que la burguesía imponía su dominio de clase, contaron a la libertad de prensa como parte de las libertades individuales consagradas como fundamentales. En todos los casos, la libre circulación de la prensa era emparentada a la circulación de las ideas revolucionarias en boga, las que la burguesía tenía gran interés en difundir.
El libre cambio era acompañado, entonces, por la libertad de prensa, la que difundía las concepciones e ideas de la clase burguesa en ascenso. Esta libertad, desde un principio, era una libertad que la burguesía se ocupaba bien de resguardar, ante la prédica de ideas contrarias a sus intereses. El cierre de numerosos periódicos donde Carlos Marx era publicado, es una prueba de lo que decimos.
Esta pequeña descripción histórica solamente apunta a remarcar que, desde un inicio, la burguesía entendió y aplicó la consigna de “libertad de prensa” como la libertad para difundir y propagar sus ideas, la libertad para propagandizar e imponer a la sociedad sus concepciones de clase en todos los aspectos de la vida social, hasta convertirse en una institución más de la dominación burguesa.
Los diarios, las revistas, los textos escolares, luego la radio y la televisión, fueron y son el medio cotidiano y permanente de difusión de la propaganda burguesa. A través de dichos medios se construye la denominada “opinión pública” (prima-hermana del “sentido común”), lo que significa, ni más ni menos, la versión de la realidad que la burguesía quiere imponer a la sociedad.
Este proceso, que fue y va cambiando de acuerdo a las épocas, se ha visto profundizado desde que los medios de comunicación dejaron de ser simples medios periodísticos para convertirse en emporios y empresas que nuclean no sólo el negocio de la información sino que también están asociados a intereses industriales, bancarios, financieros, etc. Entonces, ya no se trata solamente de expandir y propagandizar las ideas de la clase en el poder sino, y fundamentalmente, de ser un garante y defensor de los intereses políticos y económicos de cada facción burguesa y de la burguesía en su conjunto. De esta forma se explica que, más allá de la orientación ideológica del medio que se trate, el resguardo de los intereses estratégicos de la burguesía monopolista se expresa en el ataque permanente (más abierto o más solapado) a la clase antagónica: la clase obrera.
En nuestro país esto se expresa en el silenciamiento casi absoluto de las experiencias de lucha que los trabajadores llevan adelante; en esto sí que no hay diferencia entre los medios del oficialismo y los de la oposición. Allí todos cierran filas y juran fidelidad a la hora de enfrentar al proletariado.
Tan sistemática es esta política que, muchas veces, se llega al ridículo de enterarnos de una lucha a través de los informes de tránsito, los que informan de un corte en tal zona pero nunca se informa el por qué de esa medida ni mucho menos contra quién se lleva adelante.
La cacareada independencia de los medios (y de los periodistas que trabajan en los mismos) es absolutamente falsa. ¿Qué periodista que no acepte criticar al gobierno podría trabajar en los medios opositores, o viceversa?
Esto que es tan cierto como que el sol aparece siempre por el oriente, sin embargo, es soslayado y negado por las “líneas editoriales” de los medios “independientes” o “democráticos”.
Todo se puede discutir, todo se puede cuestionar, menos la dominación del capital sobre los mismos; y mucho menos cómo el capital también los utiliza en el enfrentamiento contra su clase antagónica.
La libertad de prensa se ve expresada, entonces, en la libertad que tiene la burguesía para producir y reproducir sus ideas y sus intereses; en la libertad para utilizar sus riquezas para comprar escribas, opinólogos, intelectuales, “periodistas”; en la libertad para concentrar medios alrededor del mundo; en la libertad para falsear abiertamente la realidad, difundiendo sólo lo que le interesa y le conviene difundir, creando una falsa “opinión pública” que miente y desinforma descaradamente a la población.
Libertad de prensa, así como la consigna “Libertad, igualdad, fraternidad” de la revolución francesa, son consignas que la burguesía hace rato ha demostrado ser incapaz de garantizar. En la medida que se concentra y centraliza el capital (que no es más que el trabajo acumulado) en menos manos, más se concentra la información y los medios para difundirlas. En definitiva, la libertad de prensa es el derecho que tiene la burguesía de poseer la propiedad privada de los medios de comunicación; la propiedad privada y la libertad son antagónicas e incompatibles de poder existir ambas, tanto en lo que hace a la prensa como a todas las demás esferas de la vida.
Esa falsa libertad de prensa es combatida cotidianamente por innumerables fuerzas obreras y populares que, con mucho esfuerzo y desde abajo, generan sus medios propios de comunicación llevando adelante una titánica labor y un verdadero compromiso con la verdad y el pueblo.
Al mismo tiempo, las fuerzas revolucionarias aportamos a ese combate con la difusión de la lucha obrera y popular, con la toma de posición política acerca de los distintos temas de la realidad social desde una posición de clase antagónica a la burguesía, con la difusión de materiales políticos e ideológicos de elaboración propia y de los revolucionarios de las distintas generaciones y latitudes.
En esta tarea la propaganda debe aspirar a ser lo más masiva posible, no debe ser concebida para un grupo sino para las amplias masas. Así como la burguesía lo realiza desde las más diversas formas, la propaganda revolucionaria debe llegar a los millones de hombres y mujeres que son los que llevarán adelante los cambios revolucionarios; en este aspecto ninguna subestimación es justificada: todo el pueblo debe tener acceso a la propaganda de las ideas y las políticas que antagonizan con las de la burguesía monopolista.
Esto desde las más diversas herramientas que la experiencia y las nuevas tecnologías brindan hoy día; desde un boletín barrial o fabril, pasando por una revista zonal o regional, radios y TV comunitarias, Internet, todo aporta en esta contienda.
Ningún recoveco por donde se pueda filtrar la Revolución es menor. Siempre habrá, como lo afirmó el Che, un oído receptor por lo que debemos ejercer la verdadera libertad de expresión que se puede ejercer bajo el sistema de dominación burgués, que es la difusión de las ideas de la Revolución.»