En estos últimos días, vemos cómo se precipita una la andanada de aumentos de precios que se anuncian desde el gobierno de los monopolios. Transportes, servicios, alimentos, salud, educación… trepan en escalada y se hacen inalcanzables, descargándose en torrente sobre el bolsillo y las condiciones de vida de la clase obrera y el pueblo.
“100 pesos no son nada” dicen los popes de la economía y afirman que “la devaluación es un hecho”, aunque para la mayoría de nuestro pueblo esto es una realidad que hace rato existe. Las fracciones de la oligarquía financiera mundial que dominan la exportación de cereales necesitan un dólar a 10 pesos (caro) para vender su cosecha con buenos dividendos, y las fracciones de la industria automotriz e informática, por ejemplo, necesitan un dólar a 5 pesos (barato), para importar autopartes a un precio de su conveniencia, al mismo tiempo en que intervienen el crédito bancario, los combustibles, la energéticas etc., como claramente afirma el articulo del 6/11 de esta página.
Es decir, los contendientes necesitan producir barato con salarios miserables para vender caro y en esta aparente coincidencia se centra la puja intermonopolista por apropiarse de más y más ganancia, que jaquea la superestructura y los debilita más y más. A medida que ninguna fracción se impone sobre la otra, a medida que sus recetas son inaplicables pues, más que establecer un equilibrio de intereses como pretenden, las medidas del gobierno a su servicio agudizan hasta niveles irreconciliables su disputas, queda en evidencia que están todos peleados: unos responden a un interés oligárquico y otros a otro, lo que los hace más anárquicos. Están a la deriva.
Pero ¿qué queremos decir con esto? Que en este marco, la inflación y los aumentos desmedidos como parte del ajuste, no son un hecho espontáneo, como lo quieren hacer pasar. El mercado no regula los precios y la inflación es una decisión política en directa relación con las disputas que los domina, pues en la etapa monopolista del capitalismo, el Estado al servicio de los monopolios viabiliza las políticas del poder y en éste marco de lucha de fracciones y de anarquía, todas son válidas.
Al no poder producir tan barato como quisieran, debido a la rebeldía de la clase obrera, lo que buscan con la inflación es sacarnos lo que no pueden sacarnos con el achatamiento directo del salario.
Es decir, son los monopolios los que en su debilidad política, descargan en los trabajadores y el pueblo, su incapacidad política de mantener el rumbo. El desmedido aumento de la harina de trigo, a más de 40 dólares la bolsa de 50 kilos, patentiza la viabilidad del Estado de los monopolios y al mismo tiempo la inviabilidad del congelamiento de precios que alardea el gobierno, lo mismo pasa con el combustible, la energía eléctrica el transporte etc.…
Lo de producir barato con salarios miserables y vender caro también se aplica a la fuerza de trabajo de la clase obrera, que se ve sometida al descenso descomunal de su salario, a causa de la necesidad de imponer un ajuste para resarcirse de lo que no pueden ganar, a causa de su lucha tenaz por conquistar una vida digna que los golpea muy duramente.
El capital monopolista busca con el ajuste y la inflación salvar las papas a través de la superexplotación, que es el único medio por el cual extraer plusvalía, y para ello quiere imponer en las fábricas la ley del silencio, cosa que no logran. Su desesperación es su debilidad, pues en esta controvertida realidad, la lucha de clases se ha entronizado fuertemente y lejos de aminorar, se recalienta. La clase obrera y el pueblo ya no nos bancamos esta situación, son años de mentiras, injusticia y explotación. Por ello, la construcción de la unidad revolucionaria avanza ampliamente por todo el país. Pues los de arriba no pueden y los de abajo no quieren.