Siempre afirmamos que vivimos una etapa del capitalismo que salta de crisis en crisis donde le explotan en cadena miles de contradicciones que le generan nuevas y de insalvable resolución, que los coloca en una maraña de dificultades que todo lo que se propongan en el terreno político lejos está de resolverles algo, sino por el contrario, les generan más y complejas dificultades que, sumado a lo injusto que es este sistema, al chocar frontalmente con la oposición y tenaz lucha de nuestra clase obrera y el pueblo, tendrá ésta una resultante difícil de predecir en cómo se expresen los grandes fenómenos; pero lo que sí es claro es que el sistema entró en una etapa terminal, en una pendiente extremadamente pronunciada, hacia el abismo que materialmente no les permitirá volver hacia atrás la rueda de la Historia.
Esto explica en cierta medida el por qué cada día aparecen noticias, definiciones, declaraciones, o decisiones (en su mayoría ambiguas) que no nos quitan del asombro a todos los argentinos.
Miles de ejemplos tenemos que se hacen innumerables y extremadamente difíciles de enunciarlos, dado que se suceden minuto a minuto, máxime cuando nuestro país no está por fuera del concierto de las políticas globales que emanan de las casas matrices de la oligarquía financiera que se encuentran en la cima del mundo.
Pero el problema medular y estratégico que tienen es cómo prolongar en el tiempo su dominación, cómo alargar su agonía, pues nada es eterno como nos quieren hacer creer, por más poderío económico que posean (es más, la humanidad tiene 10.000 años de Historia y el futuro narrará que el sistema capitalista fue el más cruento de todos, pero a su vez el más efímero). Por ello el gran problema que se les presenta es político: cómo hacer? Nada les cierra sin guerras y represión, pero para ello deben engañar, convencer, a buena parte de la población…y no pueden. He aquí su talón de Aquiles. Y la dibujan de una forma o de otra, y se quedan mirando su patética figura en el espejo.
Pero vamos a ir al punto más reciente de sus pretendidas maniobras, que si se creían que iba a darles resultados, comienza a morir antes de nacer.
Los monopolios en Argentina, producto de la lucha de nuestro pueblo, se vieron obligados a retroceder blandiendo banderas como la de los derechos humanos en relación a las políticas del terrorismo de Estado, viéndose políticamente obligados a dejar por el piso la columna vertebral del Estado burgués, que son sus fuerzas militares de todo orden y que son el instrumento encargado de sacar a relucir cuando sienten que está en riesgo la pérdida del poder. Tan desprestigiadas están las Fuerzas Armadas y demás instrumentos policíacos que políticamente se encuentran paralizados en querer remontar un “prestigio” de un aparato militar que los mismos monopolios sienten que como instrumento contrarrevolucionario sólo les queda inventar y atizar mafias paramilitares, o la de máxima, futuras intervenciones extranjeras. Ambas, políticamente más inviables aún que las desprestigiadas y maltrechas fuerzas armadas y policiales.
Pero hoy nos encontramos en una etapa en que intentan, en forma torpe y desesperada, experimentar en nuestro país experiencias similares de las guerras inter narcotráfico, como en Colombia y México, pretendiendo sembrar el crimen y el terror en el pueblo. Se montan sobre el negocio de la droga que cada vez se generaliza y se asienta en el país de la mano de grandes monopolios. Entonces se atreven a ensayos que son de conocimiento público, como por ejemplo, el recrudecimiento de la guerra de bandas narcotraficantes en Rosario. Y así, unos y otros formulan sus declaraciones, como ser las vertidas por el Vicesecretario de la Comisión de Seguridad Interior, Miguel Bazze, que ante el pronunciamiento de la curia pronosticó:”Se avanzará inexorablemente en la cartelización y en el dominio absoluto de territorios por parte de distintos grupos en cada región, utilizando la violencia y el crimen. Se convertirán de hecho en la autoridad”. Tal es el imaginario de este señor que se olvidó de agregar que eso es producto del negocio de monopolios, sobre el que se asienta la intencionalidad de aplacar la lucha de las masas, pues ya son parte del narcotráfico los políticos, los jueces, la policía, y que, por si fuera poco, la remataron sacando la “Ley Antiterrorista y contra el narcotráfico”, bandera impulsada por Bush en su momento, pero que acá solamente hasta ahora se utilizó para criminalizar la protesta social.
Pero señores, se equivocan y mal. Primero porque a nuestro pueblo no lo amedrenta la corrupción, y sabe muy bien dónde, cuándo y cómo tiene que golpear. Segundo, las experiencias de bandas armadas con “soldaditos” están acotadas a determinados ghettos que son algunas contadas villas y barras bravas amparados por las reales superestructuras locales del narcotráfico que son las comisarías, políticos, jueces, etc. Que claramente están identificados por toda la población como verdaderos nidos de ratas con todo el guiño de lo más concentrado del poder, pero que no pasa una semana o un mes que en algún lugar del país alguna pueblada los pulveriza con la lucha ante un hecho de gatillo fácil o similar.
Pero el padre de la criatura son los monopolios que le han dado carta blanca al ingreso de las materias primas para la fabricación, e intentar así que se constituyan los carteles, y más allá del negocio, pretender impulsar estos instrumentos. Esta es la debilidad de este sistema: tienen el poder pero se ven obligados a recurrir a estas maniobras para ver cómo pergeñan las fuerzas de la contrarrevolución. Estas son sus políticas que tienen el alcance del vuelo de una gallina, pues la lucha de clases no se da de manera igual en países y culturas diferentes. Estos ilusos quieren importar mecánicamente prácticas que nada tienen que ver con nuestro país, lo cual habla de lo perdidos políticamente que se encuentran los enemigos del pueblo.