La significancia política de los cambios en el gabinete nacional termina de confirmarse con la salida del Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno.
Sin detenernos en las características ni en las formas del individuo, la salida de este funcionario es un gesto dirigido específicamente a la negociación que se lleva adelante con los llamados “fondos buitres”, el Club de París y el FMI, no porque Moreno sea un opositor a esas entidades, sino que con su caída se readecua la conducción político-económica del gobierno en función de los planes que vienen.
Por ejemplo, el FMI venía criticando al Indec y sus índices estadísticos, por lo que se exigía la creación de un nuevo índice de precios, el ahora llamado IPC, que el ex ministro Lorenzino ya había presentado ante las autoridades del Fondo y que ahora será puesto en práctica en enero próximo por el ministro designado, Kicillof.
No se debe olvidar que las reservas que el Banco Central viene perdiendo significan -en un 80%- salidas por pago de deuda.
La salida de Moreno, junto a la llegada de Kicillof en economía y de Capitanich en la jefatura de gabinete, forma parte de un intento del gobierno nacional por mostrar “previsibilidad” al sector de la oligarquía financiera internacional con la que se viene negociando para acceder a fondos frescos. En esa negociación, el gobierno de Cristina Kirchner “garantiza” ajustar tarifas, aumentar el ritmo devaluatorio del dólar oficial, reasignar subsidios a los monopolios, etc.
La garantía de ajustar la economía (léase ajustar al pueblo trabajador) es la firma de un compromiso que (como lo decíamos ayer) nadie garantiza poder pagar. Sin embargo, es lo que la burguesía monopolista debe hacer y tratará de implementar con la segura oposición, firme y decidida, de los trabajadores y el pueblo.