Transcurren días alborotados para la burguesía y su gobierno de turno, con viciados aires de un «cambio» que no es tal, más allá de una readecuación de nombres en pos de continuar garantizando planes y ganancias a la oligarquía financiera. Como ya lo hemos señalado en sendos artículos publicados recientemente, ninguna solución podemos esperar los trabajadores y el pueblo si la misma viene de la mano de medidas económicas o recambio de caripelas dirigidas y orquestadas por la clase en el poder. Por más que lo intenten, y como el conflicto es de carácter político, la burguesía no podrá resolver ni el más mínimo de los problemas de esta crisis estructural del capitalismo, más allá de las movidas que intente como manotazo de ahogado. La única posibilidad de solución está en manos de los trabajadores y el pueblo. Podemos. Y debemos. Continuemos transitando y profundizando el camino de la lucha, la unidad y la organización por un proyecto revolucionario, capaz de cambiar de cuajo la lógica de la organización social que nos impone este sistema inhumano. La confrontación de fondo está clara y responde a intereses de clase: o son las ganancias de un puñado de parásitos o son las necesidades y las aspiraciones del ser humano. Por eso, en medio de toda la fanfarria burguesa, que ahora incluye conferencias «de prensa» y «diálogo» con los periodistas, el fin de año que se avecina muy lejos está de transformarse en un lecho de rosas para sus intenciones de ajuste. En diversos sectores laborales y a pesar de que durante el año en curso se había llegado a algún tipo de «acuerdo» salarial, la cosa no aguanta, no hay tregua que valga y ni soñar que se vaya a esperar a marzo o abril del año que viene. Está claro que los aumentos fueron insuficientes y por eso comienza a imponerse una lucha en común por un bonus de fin de año, unido a otros reclamos, entre los que se destacan fuertes mejoras en las condiciones de trabajo. Medios de la burguesía ya señalan que «existen pocas posibilidades de estirar los beneficios al personal en este último tramo, por lo que es muy probable que desaten medidas de acción directa, que golpearán fuerte una paz social efímera y poco sustentable». Lo que queda en evidencia es que frente a la realidad concreta no hay discurso ni escenografía que valga. El descontento y la bronca en las bases son crecientes y superan todas las posibles respuestas que hoy pueden dar los sindicatos. La lucha de los trabajadores busca una resolución concreta y respuestas inmediatas a temas urgentes, como lo son el poder adquisitivo del salario y las condiciones laborales. Agrega el artículo de referencia: «El estado asambleario en el que se encuentran muchas empresas, al estilo de lo que ocurre en los subterráneos de Buenos Aires, centra el poder de decisión en el grupo colectivo, y coloca a los representantes gremiales en un rol demandante frente al empleador, sujeto a rendición de cuentas y a resultados concretos, lo que genera un estado de caos imprevisible»… «Una nueva forma de «indignados» que no aceptan ni se resignan a los beneficios y mejoras logradas en estos últimos años y tienen aspiraciones que van mucho más allá de las expectativas normales». Toda una verdadera pintura, que pone en el centro de la escena cuáles son las preocupaciones de fondo de una clase en el poder que navega a la deriva, producto del acenso de la lucha de clases y de niveles de confrontación que la desnudan políticamente.