La “paz” que pretende la burguesía

Luego de la entrevista con el Papa Francisco en Roma, la cúpula de la CGT “oficial” volvió a la Argentina con un discurso de exaltación de la “unidad nacional”, “la responsabilidad” y la “búsqueda de la paz”.

No es nuevo que en etapas de crisis política y económica, en los albores de un ajuste que viene a intentar hacer pagar a los trabajadores y el pueblo la crisis de la burguesía, los “gerentes” sindicales salgan con discursos unificadores. Entonces, los reclamos y reivindicaciones deben quedar para otro momento; es época de cuidar las fuentes de trabajo y no de pedir aumentos salariales ni mejores condiciones de trabajo; prioricemos la “unidad nacional” para salir adelante. En resumen, con el tan utilizado “no hagamos olas”, el aporte que el proletariado debe ofrecer a la Nación es, precisamente, resignar sus intereses en pos de un supuesto interés común supremo.

Ahora bien, ese interés supremo no es otro que el supremo interés de la burguesía monopolista por no resignar un ápice de sus ganancias; para ello, recurre a los discursos de la unidad nacional tratando de mostrar coincidencia entre los intereses de todo el pueblo con sus propios intereses cuando, precisamente, lo que pretende la clase dominante es imponer sus soluciones a la crisis atacando los intereses de las mayorías populares.

En este contexto, el papel de los popes del gremialismo es el de actuar como bomberos de la crisis ante el sector más inflamable: la clase obrera. Ellos son parte de la política de la burguesía en sus intentos por frenar las luchas, por contener lo incontenible que se está manifestando en cada centro de trabajo, como lo afirman las usinas de la burguesía hasta en sus propios medios de difusión (ver http://www.cronista.com/contenidos/2013/11/19/noticia_0018.html).

El proletariado argentino ha dado grandes pasos en su organización político reivindicativa, con el protagonismo decisivo de nuevas dirigencias surgidas en los últimos años de luchas, con un compromiso sólido con las bases obreras, con la conformación de formas organizativas en las que lo primordial y determinante es el ejercicio de la democracia directa; esta experiencia se da en un marco en el que la unidad de clase y su independencia política se desarrollan y crecen, por lo que crece también el nivel del enfrentamiento con la clase burguesa. Por lo tanto, la lucha no sólo seguirá en ascenso en cuanto a la cantidad e intensidad sino, y fundamentalmente, en cuanto al carácter político que irá adquiriendo en una lucha de clase contra clase, en la que cada contendiente está poniendo en juego la disputa en el plano de la dominación: la burguesía para mantenerla y acrecentarla, el proletariado para cuestionarla y avanzar en la derrota definitiva de su enemigo de clase.

El intento de las cúpulas por evitar este enfrentamiento, entonces, es parte del vano intento burgués por postergar y maniatar al indomable proletariado argentino.

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