La industria automotriz ha tomado en los últimos años un protagonismo notable en la escena política y económica del país. Sector de la burguesía que, como varios otros, se disputan la dominación del Estado y de las acciones de éste a favor de sus negocios, en forma de subsidios a la energía eléctrica, gas, parte de los salarios de sus operarios, infraestructura “pública” (pavimento y ampliación de caminos y rutas, por ejemplo). Para el año 2014, según distintos reportajes que directivos de varias empresas dieron a medios de “comunicación respetables”, afirman que con la reactivación del mercado brasilero las ventas se mantendrán o superarán las del año que venimos dejando. Las inversiones que Toyota, VW y Ford hacen y han hecho en sus plantas, ampliación y remodelación de sectores, apertura de nuevas plantas como la de chasis en la empresa de origen japonés, o inversiones en satélites donde derivan parte de la producción, el estampado de la Amarok en Gestamp Escobar, entre otros varios casos, nos marcan por dónde vienen sus intereses y sus objetivos.
Lo que hace a sus inversiones o a la puja por obtener mayor parte de la torta de subsidios es uno de los aspectos del análisis que queremos llevar adelante en la nota; el otro aspecto, y creemos que el fundamental, es la necesidad de implementar también en este sector el ajuste del que tanto venimos haciendo referencia, y ahí está a flor de piel y cada vez más tensa la lucha de clases. Sus exigencias planetarias, en la lucha de ellos contra la tasa de ganancia decreciente, son avanzar a como dé lugar en la explotación del ser humano, sobre todo en estos centros industriales donde tiene origen la extracción de plusvalía.
Con el correr de los años 2011, 2012 y 2013, por la necesidad de concentrar cada vez más masa de plusvalía, fueron utilizando distintos mecanismos como el impuesto a las ganancias, una devaluación real del dólar y una inflación descomunal, el poder adquisitivo del salario en general ha caído estrepitosamente.
No contentos con esto han intentado implementar, producto de la debilidad política de la oligarquía financiera, una dominación del SMATA como factor de control, un discurso del terror, del miedo, “con la crisis en la que están” y “el riesgo de seguir haciendo negocios en nuestro país”. Tímidamente han intentado golpear a los sectores de lucha más organizados de las terminales, montando todo el circo a su alcance y dudando en cada una de las iniciativas que han tomado. Saben que a nivel general el horno no está para bollos, que tienen pequeños incendios en diferentes plantas autopartistas en donde se han producido paros y tomas de fábrica que les carcomen los cimientos por el carácter masivo de dichas luchas. Casos como el de Kromberg, Gestamp, Valeo, Lear, por nombrar algunos solamente, los ponen en alerta y en jaque permanente.
Los desafíos para este 2014, para nuestra clase obrera, pasan por ahí, por instalar la movilización permanente en los centros industriales, por no dejarles pasar, ni en lo más mínimo, el ajuste. Cuando ellos expresan un año con posibles aumentos en la producción sabemos que eso significa para nosotros mayores lesiones por los ritmos de trabajo, más mentiras para garantizar sus negocios. En síntesis, mayor explotación. Pero ellos no duermen tranquilos, tienen una preocupación central que es el anhelo de gran parte de la clase obrera de no seguir viviendo como hasta ahora, cansados del SMATA por su fuerte papel policial, cansados de los arreglos paritarios miserables, cansados de ir a trabajar y no saber si volvés con tu cintura rota o con tu brazo hinchado por la tendinitis a raíz del desgaste que te genera la línea.
A mediados de enero, cuando comience el año de producción en la rama automotriz, arranca en un hervidero constante. Con la decisión total de no dejarles pasar ni el más mínimo intento de implementación del ajuste, parados nosotros desde la movilización, la organización masiva, en la lucha por las cosas concretas de todos los días y en la búsqueda de una vida digna.