Las clases sociales no están exclusivamente en los centros laborales. Esto que parece una verdad obvia muchas veces no se tiene en cuenta a la hora de medir los enfrentamientos sociales y, en consecuencia, se corre el riesgo de subestimar, o de no darle la verdadera dimensión que en realidad tienen muchas de las acciones políticas que representan gran significado en la contienda contra la oligarquía financiera.
En la nota del 04-01-2014 aparecida en esta misma página destacamos correctamente un aspecto que tiene que ver con lo que estamos planteando. La experiencia allí relatada da mucha tela para cortar, pues ella muestra la punta de un iceberg oculto bajo el agua que pugna por emerger su cuerpo gigante.
Cuando los vecinos de un barrio, ante la falta de un servicio esencial como la energía eléctrica se dirigen sin vacilaciones hacia una empresa monopolista cortándole los accesos y, por ende, la capacidad productiva y de comercialización de sus productos, para obtener por una vía rápida, lo que el Estado no les da, quiere decir que existe un nivel de conciencia muy alto sobre el papel que juegan los monopolios en la sociedad.
Pero además, se expresa claramente que la clase obrera y trabajadores que viven en dicho barrio, cumplen un papel rector y orientador de las conductas sociales de dicho barrio hacia quienes son los beneficiarios de las políticas que emanan del gobierno al servicio de los intereses monopolistas. Porque, aunque parezca tedioso remarcarlo, la clase obrera es mucho más amplia que la cantidad de obreros que trabajan en las fábricas de todo el país. Los obreros, con toda su prole, constituyen la clase obrera, que a diario, lleva la impronta de su conducta laboral y de clase, al resto de toda la sociedad.
Se trata de un enfrentamiento que supera los muros de la fábrica, en donde la clase obrera se enfrenta a diario, en soledad, con su enemigo irreconciliable, la oligarquía financiera. En este caso, la necesidad del fluido eléctrico, llevó a los pobladores a deliberar y decidir las acciones a tomar para lograr la luz. Los obreros y trabajadores, incidieron en forma directa o indirecta, a partir de sus conocimientos y experiencia de vida, para dirigir los dardos hacia la fábrica. Pues no se trata de la presencia física de obreros de carne y hueso que moran en el barrio, sino de la experiencia que, como clase, se transmite al resto del pueblo. Aquí la clase ha cumplido, tal como lo viene haciendo en forma constante y silenciosa (hablamos del silencio a que es sometida por los medios masivos de difusión), un papel fundamental en la elevación de una lucha por una reivindicación, al nivel de una lucha política contra el enemigo que utiliza al Estado para beneficiarse en contra de los intereses de las grandes mayorías populares.
Y así como la clase obrera se erige en jefe de la lucha de clases, las ideas revolucionarias constituyen el faro que señala claramente en donde están los manantiales capaz de calmar la sed que las grandes mayoría populares sienten necesidad de saciar, marcando a fuego el lugar en donde se encuentra el enemigo central que intenta ocultarse tras el velo del Estado y sus instituciones, y el camino a transitar para doblegarlo y conseguir lo que nos pertenece por derecho de producción.
Este enfrentamiento político da continuidad y sostiene un nuevo escalón, una nueva calidad que viene gestándose en la lucha de clases en nuestro país (la lucha política) lo cual abre nuevas perspectivas en la lucha de clases y en la correlación de fuerzas a favor de la clase obrera y el pueblo. También renueva y ratifica la necesidad imperiosa de dar cuerpo a la fuerza política de masas que se está gestando a partir de las experiencias de la unidad revolucionaria que venimos realizando en múltiples puntos del territorio nacional.