Existen dos grandes campos de unidad política revolucionaria que están marchando, por un lado aquel que se va nutriendo del encuentro de fuerzas políticas y sociales que se están enfrentando al sistema y van encontrando el norte de la lucha por el poder como objetivo central. Esta unidad que viene caminando nos muestra una excelente disposición a seguir avanzando en la confianza política mutua y dejar a un lado la práctica política de la burguesía basada en un parlamentarismo mercantilista (ver llamamiento del 17 de agosto con los consecutivos encuentros nacionales efectuados a la fecha y nota de ayer desde el Chaco en esta misma página). Hay mucho por hacer, pero la necesidad de la unidad empuja a una ampliación constante de este proceso al que aportarán, seguramente, cientos de organizaciones que irán multiplicando esta iniciativa.
En un camino paralelo y que definitivamente se tendrán que unir, existe la unidad que se está desarrollando en cada lugar en concreto de trabajo, de estudio, barrial, etc. Esta unidad que viene por abajo, desde lo más profundo de nuestro pueblo se encuentra en una etapa compleja, si bien el paso dado dentro de las cuatro paredes en torno a la unidad se viene desarrollando con extraordinarias luchas en fábricas, en establecimientos de trabajo de distribución como supermercados, empresas de servicios, transportes, educación, salud, barrios, etc. Todavía cuesta dar el paso de unir esos enfrentamientos en lo local, mancomunados, que posibiliten avanzar en el poder dual avanzando simultáneamente en lo nacional.
A la incapacidad de la burguesía de resolver los problemas de la sociedad le oponemos la fuerza política que, de hecho, ejerza el poder de la movilización para exigir y, simultáneamente, asumir tareas que signifiquen un avance político, orgánico y metodológico hacia la revolución.
Frente a la crisis política de la burguesía para gobernar en estos meses que vienen y frente a la ola de protestas de masas que se avecinan, los revolucionarios tenemos que prestar atención que en cada enfrentamiento, por más local que éste sea tenemos que levantar la mirada para extender el brazo unitario.
La clase dominante quiere sacarnos de nuestras trincheras porque sabe que allí contamos con masividad, conocemos el terreno y podemos extendernos de abajo hacia arriba como reguero de pólvora, por eso quiere sacarnos de nuestros reductos para debilitarnos y golpearnos. La clase dominante obtiene las riquezas explotándonos en las fábricas, en los pozos de petróleo, en las minas, oprimiéndonos en los establecimientos concretos, escuelas, hospitales, etc. Ellos nos quieren sacar de allí y que “protestemos”, en lo posible sin ejercer la fuerza de clase y de pueblo, en donde no les afecte sus intereses de clase.
El proletariado, el pueblo en lucha elevarán un peldaño el enfrentamiento en lo político en la medida en que la unidad –con sus dos facetas- se aferre al terreno, a la masividad y se despliegue la organización de iniciativas políticas desde esas trincheras. Hay temas que, a modo de ejemplo, como la seguridad, pueden facilitar los caminos de unidad a la vez que se introducen metodologías revolucionarias y de carácter masivo, es decir organizaciones de vecinos, que como ya se vienen dando, se transformen en la fuerza popular de choque frente a las bandas de narcos, ante los chorros y la complicidad del Estado en estas cuestiones.
Esta unidad es la síntesis de las dos fases unitarias en marcha, siendo la lucha de base el sustento de ambas, en donde se entremezclan amplios sectores de masas con esas organizaciones políticas y sociales que hacíamos referencia. No pueden, ni deben estar aisladas una de la otra aunque sean procesos contradictorios. En definitiva, ambas serán los principales torrentes para que surja una alternativa política de masas que se proponga la Revolución como meta.