El espejismo de ir transformando el sistema capitalista en un sistema social más justo que conduzca a la tan ansiada sociedad igualitaria, es la base del discurso de muchos de los gobiernos que regentean los Estados Latinoamericanos incluido el kirchnerismo y otros sectores políticos “progresistas”.
El camino que nos proponen es inverso al que conducen las inevitables leyes de la sociedad capitalista. Se trata de una utopía irrealizable que no sólo se despega de la realidad concreta sino que, además, va a contrapelo de la fuerza de la historia. ¡Es imposible volver la historia atrás! El monopolio no se combate volviendo a la forma de producción basada en la propiedad individual regida por la competencia atomizada de una enorme cantidad de burgueses pequeños.
El monopolio se supera resolviendo la contradicción que le dio origen: una socializada y extendida forma de producción con una apropiación individual de lo producido por parte de los dueños del capital con el solo objetivo de reproducir más capital. Y para resolver esa contradicción, el paso a dar consiste en la expropiación de los monopolios para hacer social el beneficio de lo producido socialmente y orientar la producción a las necesidades y aspiraciones que tenemos como pueblo.
Y este es el único camino para lograrlo pues es el más sencillo y materialmente posible. La otra forma es utópica pues sólo sería posible destruyendo todas las fuerzas productivas existentes (grandes fábricas, enormes empresas, medios de transporte gigantes, en suma los grandes medios de producción que se ponen en movimiento solo en forma social y no individual) para dividirlas y fraccionarlas en capitales pequeños. Pero para hacer eso primero se debería expropiar a todos los monopolios. Siguiendo con el planteo, sería el equivalente a lanzar sobre el mundo centenares de bombas atómicas. Y lo más absurdo de todo es que esa tarea debería ser realizada por los propios dueños de los monopolios en el poder (¡?).
Y estos señores que nos “proponen” este camino son los que lanzan acusaciones de aventureros, irresponsables o utópicos a los revolucionarios. Este camino es irrealizable y ellos lo saben. Sus mentiras son tan estridentes que resultan ensordecedoras.
Es por ello que nuestra propuesta revolucionaria es sensata y está basada en la profundización de las contradicciones de las clases opuestas y de todas las contradicciones que genera la sociedad capitalista. Habiendo lucha de clases, cuando un bando se debilita, el otro se beneficia. Es por eso que apostamos a la profundización de la crisis estructural de la burguesía y de su Estado. El debilitamiento de la burguesía es fortalecimiento relativo de la clase obrera y el pueblo. Cuanto peor estén ellos, mejor estaremos nosotros.
Debilitar a la burguesía, profundizar su crisis política y la crisis estructural del sistema, tornarles ingobernable esta sociedad, unir las fuerzas populares hacia esos objetivos, foguear las fuerzas en la lucha por las conquistas cotidianas de lo que necesitamos para vivir (lucha salarial, por la vivienda, por aumentos en las jubilaciones, salud, seguridad, educación, etc.) y no perder de vista que tenemos que conquistar el poder, ir creando las herramientas políticas de masas nacional y locales para disputarles el poder en cada espacio y terreno. Ése es nuestro camino que como pueblo deberemos transitar y, aunque se nos presente dificultoso, es el único posible y realizable que tenemos. Todo lo demás es pura utopía delirante.