El punto más sensible de la lucha de clases está dado por la carencia de elementos para cubrir las necesidades básicas de las mayorías populares. Y cuando hablamos de necesidades básicas nos referimos a lo necesario para subsistir en esta época histórica y no a lo elemental como para subsistir como primates (es muy frecuente escuchar sermones referidos a que antes no había luz eléctrica, no había autos, televisión, agua corriente, etc., y se vivía igual… lo que no se dice es que el ser humano, trabajando en grupos con su esfuerzo social, y nunca en soledad, se procuraba su sustento y lo compartía socialmente para satisfacer las necesidades básicas de ese entonces: el techo, el agua, el calor, los alimentos, el vestido, etc.). En aquella época el productor, el trabajador colectivo, era a la vez el dueño de los medios de producción y de los frutos logrados por el trabajo. Su libertad, sólo estaba condicionada por las carencias de medios que aún no había fabricado o conquistado.
Ahora, las mayorías populares, es decir, quienes producimos todo, no tenemos nada más que una pequeñísima parte de lo que producimos y, muchas veces, ni eso. Por ejemplo, la ciudad de Rosario tiene 30 kms. de costa del Río Paraná. Sí, 30 kilómetros, pero hay enorme cantidad de barrios que sufren la carencia de agua, y sus pobladores, dada las imposiciones de la vida actual en este sistema capitalista, no pueden acceder al líquido elemento. Pero a ninguna industria monopolista, por más alejada de los ríos que ella se encuentre, le falta agua para producir lo que necesitan meter en el mercado. Justamente, la garantía de que a ellas no les falte, es la que produce la carencia en los domicilios. Lo mismo pasa con la electricidad, el gas, los medios de transporte, la tierra, etc.
La paradoja es que la cantidad de bienes que producimos en algunos rubros supera notablemente la cantidad que necesitaríamos como argentinos para poder satisfacer nuestras necesidades, pero asimismo no gozamos de ello sino que lo sufrimos. Generamos alimentos para 400 millones de habitantes pero sufrimos la falta de comida en porciones crecientes de la población empobrecida, y cada vez más caros para los sectores trabajadores que, a duras penas, pueden llegar a mal comer.
Además se sufre el modo capitalista impuesto para producir esos alimentos, basado en la obtención de ganancia empresaria y no para la satisfacción de las necesidades humanas de los pobladores. Así, con el afán de reducción de costos, superexplotación de los trabajadores y los recursos naturales y de bienes de capital (tierra, máquinas, caminos, medios de transporte, energía, etc.), no se escatiman malos usos y se atenta contra la vida del ser humano, se agrede en forma infinita a la naturaleza, se sobreutilizan recursos, se subutilizan otros, crecen ciudades y conglomerados urbanos en forma elefantiásica, mientras se despueblan territorios que se transforman en páramos, se envenenan aguas y tierra en busca de oro y otros minerales que sólo sirven para resolver las ganancias y no lo que las mayorías de argentinos requerimos, etc.
En suma, lo que producimos en cantidad como nunca el ser humano produjo en toda su larga vida, no es motivo de disfrute sino de más sufrimiento: “si hay aires acondicionados domiciliarios éstos son los causantes de los cortes de energía eléctrica; si hay autos y motos, éstos son los causantes de las tragedias, los choques, las muertes, los embotellamientos; si hay muchos teléfonos se debe a ellos el colapso de las redes; si hay trabajo (al decir de Cristina) se producen cantidades de muertes en los trenes cuando hay un accidente previsible y evitable; si compramos mucha carne o pan, aumentan; si adquirimos mucha verdura los precios suben a las nubes, etc., etc.” Lo que quieren hacernos creer es que cuanto más producimos menos podemos disfrutar de lo que producimos. Lo que no dicen es que esa es la ley para los trabajadores y el pueblo y no la ley para ellos (la burguesía monopolista), que disfrutan y a lo grande. Ahí están las revistas de los famosos que dejan algún vestigio de lo que gozan los ricos, y de parte de las fortunas que amasaron con nuestro pellejo, sangre, cerebro y nervios.
Una ley de la organización capitalista existente materialmente, es decir, antes que se descubriera como tal, es que en la acumulación creciente del capital, el trabajo muerto (es decir, el que ya forma parte de lo creado, supera al trabajo vivo, es decir, al que está presente hoy en día en cada centro productivo y al que vendrá a futuro). Esta ley determina que cuanto más se produce más se abre la brecha entre los ricos y las mayorías populares, mayor es el sufrimiento relativo de los pueblos. Esta ley es la que determina que por más que el ser humano aumente su producción y se esfuerce trabajando más, el fruto de lo que produzca se va a volver como un arma letal frente al trabajador para ser únicamente disfrutada por el dueño del capital. El capital muerto, va expulsando al capital vivo (la fuerza de trabajo se va empobreciendo: hablamos del poder adquisitivo del salario y de la mano de obra expulsada por obra de la superexplotación, de la destrucción en masa de fuerzas productivas). Por eso es que Marx definió a la sociedad capitalista como el reino del pasado en desmedro del presente y del futuro.
Es por eso también que la lucha de los productores contra el capital, es decir, de la clase obrera y el pueblo contra la burguesía monopolista por la conquista del socialismo, es la liberación de todas esas fuerzas productivas latentes en el pueblo que podrán revertir la ecuación de la acumulación capitalista de la muerte sobre la vida, en vida superando a la muerte. Pues la acumulación individual del capital se eliminará dando paso a la acumulación social para el disfrute de las mayorías populares. Y, en consecuencia, con una gran producción, el tiempo sobrante que en la sociedad capitalista regida por el peso del capital acumulado, de la ganancia, del pasado, genera expulsión de trabajadores, inhibe y no deja florecer el brote marchitándolo antes de convertirse en flor, en la sociedad socialista podrá ser utilizado en beneficio del cultivo de las infinitas cualidades humanas.
La lucha de clases es contradictoria y debemos transitar el camino de su profundización. Y éste es un problema político, un problema social. Y como tal requiere de una salida política que no sólo el proletariado puede realizar como fuerza fundamental, sino que precisa también el concurso e involucramiento de las mayorías populares sufrientes como elemento constitutivo indispensable y factor de decisión en el camino a transitar.
La construcción de la fuerza capaz de canalizar todas esas aspiraciones está en marcha, una iniciativa tangible es el llamamiento del 17 de agosto del que nuestro partido forma parte y en el que aún deben participar muchas más fuerzas.
Nuestra lucha como pueblo tiene dos aspectos simultáneos, por un lado, sacarnos el lastre que nos conduce al pasado y a la prolongación de éste en el presente, tapándonos todo futuro. Por el otro, luchando para cambiar este presente, para obtener un futuro pletórico en realizaciones humanas que no son más que realizaciones colectivas en donde encontraremos también el desarrollo individual como personas plenas. No sólo pudiendo satisfacer nuestra necesidades básicas de esta época del siglo XXI sino realizarnos también en nuestras aspiraciones y sentimientos más dignificantes. Todo este contenido explica la alegría social que experimentamos en el presente cada vez que ganamos una lucha contra el enemigo del mundo y de nuestro país: la oligarquía financiera y su corte de gobiernos y servidores estatales defendidos por sus corruptas e indeseables fuerzas de seguridad y ejército mercenario, y anticipa la alegría aumentada que viviremos colectivamente en la sociedad futura.