Ante el hecho de la devaluación y el aumento masivo de precios, el gobierno de CFK salió a argumentar que el mismo fue ocasionado por una presión de los especuladores. De tal forma el gobierno se sitúa como víctima pretendiendo engañar al pueblo a quien le aplicó un ajuste violento en sus ingresos depreciando los salarios en forma escandalosa (ver notas sobre la devaluación del dólar en esta misma página).
A pesar del intento de maniobra, y mostrando su improvisación y desesperación por tomar la medida que sabían que conlleva un costo político altísimo que se expresará en un incremento en la intensidad y profundidad de los enfrentamientos de clase, los funcionarios gubernamentales llegaron a reconocer que la devaluación se debió a la pérdida de competitividad (léase: había que bajar costos reduciendo salarios).
Varios sectores de la izquierda parlamentaria, salieron a expresarse utilizando un doble discurso: Por un lado, denunciaron al golpe a los bolsillos de los asalariados y por el otro, propusieron que se estatice el comercio exterior.
De la misma manera se expresaron, palabras más, palabras menos, algunos personajes que se autoproclaman marxistas. En profusos escritos denunciaron el golpe al bolsillo de los trabajadores y el pueblo, pero no mencionaron al gobierno como responsable directo de la medida ordenada por los monopolios y, trascartón, hicieron la propuesta de la estatización del comercio exterior, como fórmula válida para controlar el precio del dólar.
Como vemos claramente: el oportunismo y el gobierno se dan la mano cuando sienten el peligro de una respuesta de los trabajadores y el pueblo ante las medidas desesperadas que el gobierno toma a favor del sostenimiento de la ganancia de los monopolios. Ambos, aunque con distintos discursos, engordan la idea de un enfrentamiento con un enemigo de “derecha” que quiere desestabilizar al gobierno, intentando meter miedo al proletariado y al pueblo.
Es claro que el gobierno no se está enfrentando a ningún capital especulativo y que, por el contrario, sigue sus dictados en contra del pueblo. Es claro que la devaluación y el aumento de precios es contra el pueblo y no hubo medida alguna contra los dueños de los monopolios. Es claro que el gobierno es parte y arte de la oligarquía financiera. Es claro que la medida de la devaluación fue tomada para la aplicación del ajuste que desde estas páginas venimos denunciando, con mayor insistencia, desde el último trimestre del año pasado.
Es claro que la competitividad de la producción en territorio argentino la quieren lograr a través de la reducción del salario real. Es claro que el gobierno es el que regentea el Estado. Es claro que el Estado está al servicio de los monopolios. Es claro que con la estatización del mercado exterior no se detiene la carrera de precios ni la devaluación del salario. Es claro que un Estado al servicio de los monopolios, si estatiza el comercio exterior, lo hace para optimizar los negocios de la oligarquía financiera en desmedro del pueblo, tal como hizo, por ejemplo, con la estatización de YPF a favor de Chevron. Es claro entonces que eso no es ninguna solución para el pueblo y que constituye una mentira descarada.
Es claro que el oportunismo, utilizando frases marxistas, revolucionarias o combativas, siempre le acerca sugerencias a la burguesía para que su Estado y su sistema capitalista funcionen de mejor manera. Es claro que por más que se cambie de herramienta (comercio exterior estatizado) si no se cambia quien la maneja (los dueños del Estado), tampoco se cambia el sentido de su uso a favor de los negocios de la oligarquía.
Es claro también que ninguna de las fórmulas que acerquen los cobardes caraduras disfrazados de marxistas o los asesores de la propia burguesía podrá arreglar, tan siquiera, mínimamente, el caos y el desastre social que genera y extiende la oligarquía financiera sosteniéndose en el poder. Es claro que no hay forma de “arreglar” al capitalismo y que lo que tenemos que hacer como pueblo es luchar y profundizar su crisis crónica hasta vencerlo y derrotarlo para lograr una vida digna.
Es prácticamente una ley política que cuando la lucha de clases se tensa y hace prever grandes enfrentamientos, como los que se avecinan en ocasión de las paritarias por aumentos de salarios y condiciones laborales y el avance de las masas para lograr una vida más digna, los gobernantes, los dueños de los monopolios y los medrosos “izquierdistas” e intelectuales oportunistas autodenominados “marxistas”, se desesperan por pintar de rosa la realidad que se avecina despuntando un rabioso color rojo bermellón.