La revolución socialista en nuestro país atraviesa una etapa compleja.
Es el momento en donde la clase obrera comienza a tallar ya no desde una lucha aislada, silenciosa, al límite con lo imperceptible, sino ya desde el peso de una clase fundamental para la toma del poder.
El contexto en el cual se mueven las clases es de un movimiento inusitado. Los hechos se suceden unos tras otros y parecería que los tiempos son otros, van quedando rezagados los movimientos cansinos, aquellos que retrataban la lucha de clases en cámara lenta.
Todo el transcurso de los sucesos se entrecruza con avances de la revolución y a la vez con los nuevos problemas que se aparecen frente a nosotros, así lo son, pero ninguna definición tan tajante ayudaría a ver la dialéctica de todo el proceso histórico.
La clase obrera le hizo un llegue histórico a la burguesía, adopta una metodología que cuestiona la propiedad privada y el Derecho Burgués. No lo hace espontáneamente, viene de muchos intentos anteriores signados por una acumulación de fuerzas nuevas y a la vez de experiencias necesarias de haber transitado.
Lo sucedido en los últimos tiempos será lo dominante en la lucha de clases. Se estuvo al límite de una irrupción proletaria de una envergadura de calidad distinta, pero es histórico porque es la base por donde se fundará un camino más corto y directo hacia la toma del poder.
Hubo dualidad de poder, el Estado burgués estuvo presente en la crisis generada por el proletariado al más alto nivel del poder. La clase adoptó la toma de fábrica y la asamblea como conducta política en el enfrentamiento y se triunfó. Hasta el día de ayer la UIA sangraba por su herida advirtiendo de lo que se viene en la lucha de clases.
Pero hay mucho por hacer en un terreno de disputas políticas e ideológicas en el seno de la clase obrera y de todos los asalariados. Por un lado aparecen los primeros y serios destellos de la lucha revolucionaria pero lo suficientemente débiles aún para ser referencia de las mayorías explotadas y oprimidas. El estado de ánimo es de mucha bronca y se traduce en lucha, es un machaqueo constante que pesa y duele a la burguesía, pero de allí a erigirse como salida del fortalecimiento como clase resta un buen trecho. Aún las dirigencias burocráticas, odiadas y rechazadas por las mayorías tienen sus aparatos andrajosos funcionando y aparecen “nuevas” recetas dentro de la clase y por “izquierda” para frenar o servir de colchón a la embestida permanente de los trabajadores.
En el terreno que conocemos, es decir en cada establecimiento, en cada cordón industrial, parque industrial hay que disputar todo, el aislarse con la “verdad” principista no es buena consejera.
¿Qué queremos decir con disputar todo?
Que el estar bien pegado a los sentimientos de lo que se reclama, los revolucionarios tenemos que sintetizar una en cada lugar una consigna de lucha concreta, consigna que sea verdaderamente movilizadora y desde allí avanzar en plan concreto de lucha. Un plan concreto revolucionario es promover la asamblea desde abajo, es decir en cada sección, esa asamblea tiene que ser trabajada y muy amplia que permita que la misma sea replicada en otros sectores del establecimiento. El ejercicio de lucha concreta y permanente cuya dirección efectiva es la asamblea de hecho subordina a las minorías, aunque ellas aparezcan con rótulos institucionales. Hay una buena camada de delegados nuevos y comisiones internas, sensibles a la lucha que viene de abajo. Una consigna que promueva la lucha y la movilización y con ella la organización requiere de amplitud para llevarla a cabo.
Allí ya no importa esencialmente la “diferencia” política, lo que dirime la fuerza es contra el enemigo común y que permite la institucionalización de la fuerza acumulada. Un ejercicio de asamblea como metodología profundamente democrática que no niega ninguna realidad circundante. No estamos hablando de la asamblea que se promueve desde arriba para manipular o disputar en el terreno del poder, estamos hablando de la asamblea bien enraizada, en los que generalmente no tienen vos.
La burguesía querrá sacarnos de este terreno, inventará o será permisiva con el “cacareo” dentro del sistema, pero en esta etapa deberemos persistir fundamentalmente en la unidad que comience a romper barreras dentro de lo que tenemos como alcance inmediato y que no es poco. Cada lucha ganada y desde ese piso ampliar la unidad con lo que tenemos circundante, es decir si es un parque industrial ese triunfo debe propagarse en él, lo mismo que en un cordón industrial. En ese mismo sentido si una sección triunfó en un reclamo, inmediatamente extender la experiencia a todo el establecimiento. En este avance la simultaneidad de tareas es una gran consejera.
El preparar la lucha es el piso de lo nuevo, la asamblea es introducir la metodología revolucionaria que facilitará la masividad de cada embestida con garantía de triunfo.
Es allí, lo repetimos, la amplitud de la unidad. Es en la lucha concreta en donde se debe ser generoso y bregar constantemente por tirar abajo cualquier signo de sectarismo, o de subestimación al compañero que participa.
La unidad por arriba a la que tan acostumbrados están los sostenedores del sistema, tiende siempre a juntar votos para las próximas elecciones o decididamente a servir de colchón a la lucha emprendida por la clase obrera y el pueblo, siempre ese interés sale a luz cuando la lucha por conquistas políticas y económicas ejerce el peso necesario para el avance de la revolución. De este lado de la barricada tenemos que persistir y seguir persistiendo en institucionalizar a la asamblea como dirigente máxima de la lucha por las conquistas que no se están limitando ya solo a las económicas sino que van poniendo el telón de fondo de cambios profundos en nuestra sociedad.