En varias notas publicadas por este medio, venimos profundizado una serie de aspectos políticos, sobre los que la lucha de clases es la que en definitiva termina “poniéndole luz”. Los hemos profundizado desde una visión estratégica, desde la necesidad de la toma del poder y la construcción de un estado socialista.
Porque cuanto más se agudiza la lucha de clases, cuanto más se enfrenta y se disputa el poder, teniendo como protagonistas a la clase obrera y el pueblo frente a los planes de la oligarquía financiera, más se dividen las aguas y más queda a la vista quién esta de cada lado.
Decíamos en la nota de ayer miércoles, que la burguesía en su conjunto, intenta una defensa cerrada del sistema. Para ello ensaya todo tipo de iniciativas las cuales, una tras otra, van sucumbiendo principalmente por la desconfianza y la deslegitimidad que los de arriba tienen ante los de abajo.
En este aspecto, el papel que cumplen los medios masivos de desinformación de la burguesía, y en particular la televisión, pasan a ser una cuestión transcendental. Más allá de que sea en sí una industria audiovisual o un medio para imponer las mercancías, la TV tiene desde su concepción un carácter netamente ideológico. Desde el tipo de noticia que se publica, hasta el argumento y contenido de las tiras y programas. Todo está atravesado por la ideología burguesa. Cuando la empleada se enamora del patrón, cuando se idolatra a un narcotraficante, cuando se hacen programas basados en otros programas, cuando se hace un fetiche de la mujer, etc., etc.
Es una vil mentira y una forma más de ocultamiento, plantear que la televisión refleja lo que “la gente quiere”. Muy por el contrario, ellos nos imponen qué tenemos que consumir, qué tenemos, y pretenden digitar sobre qué tenemos que hablar. Construyen el relato desde su mismo discurso, hablan de los que ellos mismos dicen, hacen noticia de las mismas noticias que ellos arman. A través de esa televisión se intenta construir el ideario de la sociedad: hay programas para todos y todas: amas de casa, trabajadores, desocupados, gordos, flacos, opositores, oficialistas… todos, cuidadosamente pensados para no cuestionar lo establecido.
Pero muy a su pesar, el pueblo ya no les cree, al igual que todas las instituciones son cuestionadas. Ya se sabe desde el “sentido común”, en cualquier lucha, ya sea en un barrio, en una escuela, en una fábrica, que los medios no se hacen presentes. Allí, desde abajo, automáticamente surgen iniciativas para hacer público el reclamo: se hacen volantes, se recorren los barrios tocando puerta por puerta… Y así también se empiezan a construir medios alternativos, diarios vecinales, radios, televisoras comunitarias, etc., que parten completamente desde otra concepción; no como un negocio o como acaparadores de información, sino que surgen desde la necesidad que tenemos desde un pueblo –harto de mentiras- de hacer escuchar nuestra voz.
Este es el camino, que un movimiento de masas en alza y cada vez con mejores respuestas en organización, ha emprendido y busca una salida en sus manos.