El oportunismo, del que nos venimos ocupando en algunas de las últimas notas aparecidas en esta misma página, es portador de la ideología burguesa, aunque se presente con ropaje de izquierda.
Es importante para los movimientos de masas ya sean de la clase obrera o de sectores populares, combatir esa influencia pues conduce al fracaso y retrasa el proceso de unidad, acción independiente y, con ello, el avance de la fuerza social capaz de disputarle el poder a la burguesía monopolista.
El contrabando ideológico de ese oportunismo no aparece claramente en las consignas o en las denuncias sino más bien en la metodología de acción y en las propuestas de convertir los reclamos en protestas a las instituciones del Estado para que éstas “corrijan su error” y obren en una dirección favorable a los intereses del pueblo.
Es obvio que esto último lleva a un callejón sin salida y, en sí misma, la idea de que la burguesía considere un error ejercitar el poder sobre la producción y la decisión de los destinos del país es de una incongruencia que no requiere mayores comentarios. En suma, es imposible la vía de “querer hacer entender” lo que los capitalistas entienden claramente pero en un sentido opuesto y no están dispuestos a modificar por sí mismos, salvo que sean obligados por la fuerza a hacerlo.
Vemos que, en general, cuando aparecen estos grupos oportunistas blandiendo banderas con sus distintivos partidarios infaltables, pues su acción tiene siempre un cálculo electoralista (ya sea para ganar más votos en la elección más próxima o para presentarse como una fuerza social con la que hay que sentarse a negociar en el marco, claro está, de las instituciones burguesas), los movimientos de masas recelan y se alejan prudentemente de su lado. No obstante, ha habido casos en los que han logrado confundir, sobre todo, cuando se trata de grupos de trabajadores despedidos que, ante la carencia de una posibilidad de salida inmediata de su situación, se aferran a lo que ven como tabla de salvación. Sin embargo la experiencia les ha demostrado que en estos casos, la madera se convirtió en salvavidas de plomo.
Decíamos que el contrabando se da fundamentalmente en la metodología que también encierra en ella un objetivo distinto al fin revolucionario aunque se grite a los cuatro vientos que se lucha por el socialismo.
El oportunismo nunca se acerca a un movimiento de masas en forma desinteresada, pues además del cálculo electoralista al que nos referimos más arriba, tiene una actitud pedante y soberbia frente a dicho movimiento que se evidencia en una conducta gubernativa de la misma manera que la burguesía se comporta con el pueblo.
El oportunismo descree de la capacidad política de las masas, más bien la subestima profundamente y es por eso que se presenta como el “representante” e interlocutor del movimiento, ante las instituciones burguesas.
Para el oportunismo, es lo mismo dirección política que actitud gubernativa.
La fundamentación material de esa concepción ideológica es profundamente burguesa, y sólo es comparable con la misma visión del burgués de la dirección del proceso productivo de la empresa por sobre la fuerza de trabajo organizada y colectiva del obrero. Esa visión fusiona la dirección con el gobierno.
Es por eso que ese oportunismo ataca y trata de desarmar la autoconvocatoria y la democracia directa.
Pero en esa misma razón está sentada la debilidad del oportunismo al que nos referimos ya que el propio proceso productivo actual en la gran industria monopolista es el que instauró la organización de la producción basada en la autogestión de las células y las decisiones colectivas de las mismas. Esa organización genera conducta de la clase que se imprime hasta la médula en cada obrero y se transfiere de éste al resto de la sociedad a la que le da una impronta determinada. Esa nueva conducta no tiene retroceso histórico y actúa como reactiva a cualquier intento de llevarla a un punto anterior.
Más claramente, cuando las masas están en el proceso del encuentro de su camino independiente, nadie las podrá conducir de la nariz.
Por eso el rechazo de los movimientos de lucha del pueblo y de la clase obrera a la actitud gubernativa del oportunismo de “izquierda” no se diferencia en lo esencial del rechazo que sienten las mayorías populares a la actitud gubernativa de la burguesía monopolista tanto en la empresa como en la política.
Ésa es la profunda esencia contrarrevolucionaria del oportunismo, la que hay que combatir en lo ideológico como una fase importante de la lucha de clases.