No hace tanto tiempo, unos pocos años atrás, era habitual escuchar en boca del gobierno burgués y en particular de la presidente, “retarnos a todos y todas” cada vez que hablaba en público: “que la conflictividad no arruine el modelo”, decía. Estaba claro que aquello no era otra cosa que implorar para que los trabajadores y el pueblo dejáramos de luchar por nuestras reivindicaciones y derechos, luchas que sin dudas comenzaban cada vez con mayor intensidad a erosionar los negocios de las grandes empresas y los planes de la clase dominante.
Hoy, aquella muestra de profunda debilidad política, lejos de haber desaparecido se ha profundizado. Ya no se atreven –por cierto, aunque siempre tienen descarados dispuestos- a hablarnos de conflictividad, porque la realidad los golpea en la cara y raramente quede algún sector en nuestro país que no esté de una manera u otra en pie de lucha contra los planes de la burguesía, y eso es lo que los hace tambalear políticamente.
Les guste o no, esto es lo que está pasando en nuestra sociedad: estamos pariendo nuestro futuro como clase y como pueblo. En un aprendizaje constante y de las más diversas formas y maneras, cada día, miles de compatriotas ganamos las calles, si no es por una cosa es por otra. Los reclamos se suceden y todo está en ebullición. Nos las presentan permanentemente como “casos aislados” pero en realidad, todo compone un mismo torrente, muy amplio (y poderoso); todo apunta a cambiar, a que no toleramos más seguir viviendo de esta manera. El poder lo sabe y lo siente.
Ninguna persona bien nacida es insensible frente al atropello acumulado que padecemos los trabajadores y el pueblo, los únicos que cargamos con la crisis económica, que no es otra cosa que la destrucción brutal del poder adquisitivo de nuestros salarios.
Que se dejen de falsas estadísticas, fríos números, y “proyecciones”; en la vida real todo “eso” SOMOS PERSONAS, con sentimientos y dolores, con pasiones y deseos. La explotación (esencia de esta sociedad de clases) la sentimos en nuestro cuero. Nos están ahogando, la plata no alcanza para nada, todo cuesta innecesariamente una enormidad…
No pueden salir de esto porque sus bienestares, ganancias y acumulación están sustentados por nuestras postergaciones. Pero el principal problema de la burguesía es que comenzamos a ver lo que ellos no quieren que veamos, como clase y como pueblo comenzamos a prestar atención y a valorizar el camino de cambio que se está recorriendo sin pausa. La dominación monopolista ya no puede ocultarse y los pueblos del mundo se rebelan, somos parte de eso.
Para la clase dominante, “la democracia” es el acto electoral y el fortalecimiento de las instituciones del Estado que garanticen la explotación, la opresión y la represión. La democracia para los revolucionarios es una palabra con mayúsculas: comienza a ejercerse con la lucha para conquistar lo que nos permita vivir dignamente y simultáneamente, implica luchar por lograr un sistema que nos libere como hombres sociales.
Todo corre a nuestro favor, pero hay que seguir caminando, saltando los obstáculos, entendiendo que toda lucha, toda movilización, lanza a la experiencia a centenares de miles que ya no están dispuestos a tolerar los autoritarismos del poder y de hecho, pertenecen a lo nuevo que está apareciendo en todo el país.
La autoconvocatoria, la metodología más democrática que ha encontrado nuestro pueblo, es revolucionaria, se ejerce de hecho; se utilizan y se utilizarán diversidad de formas de esa metodología, ¡eso es democracia revolucionaria!, la tenemos que institucionalizar, generalizarla, que tenga el peso real en las luchas. Ese gran torrente en marcha es el pilar insustituible de la lucha por el poder y la construcción de una nueva sociedad.
Nadie está solo en sus luchas, pero hace falta seguir forjando las nuevas fuerzas políticas, profundamente democráticas y revolucionarias que se vayan constituyendo en un poder paralelo, un poder popular -de hecho y de derecho- revolucionario.