La lucha de clases en nuestro país no da respiros a la burguesía. El conflicto de GESTAMP dejó en evidencia la debilidad de ésta en el terreno político, sacó a la luz sus niveles de improvisación desnudando con sus discursos el carácter reaccionario de este gobierno y de todo el arco político burgués, al tiempo que se vieron acorralados en un laberinto de incapacidades.
Que 9 trabajadores hayan puesto en vilo la industria automotriz, así lo demuestra. Y más de fondo aún, la fragilidad que expresa la estructuración de la cadena productiva, donde hoy se les rompe un eslabón y se les para todo.
La radicalización de las luchas de la clase obrera elevan a un nuevo plano la situación política con metodologías revolucionarias. Así, la industria autopartista en Córdoba ha marcado el camino y las formas. Autoconvocatoria, democracia directa y unidad han sido y son las premisas que viene utilizando la experiencia de avanzada de nuestro pueblo que son adoptadas por la clase obrera, pero que a su vez vienen con nuevos componentes como las tomas de fábricas y otras medidas combativas.
La burguesía, como consecuencia de lo anterior, y a raíz de otras miserias, muestra las pujas entre diferentes sectores del poder. Así quedan a la hora de tomar una decisión, porque saben que cualquiera que tomen les genera más movilización y más repudio, y nadie está dispuesto a asumir el costo político.
El movimiento de masas ya no tiene ninguna expectativa de cambio de todo lo que viene de arriba, y esto se ve expresado en miles de luchas que si bien aún se muestran dispersas, y en la mayoría de los casos silenciadas, han ido minando la política burguesa.
Los más recientes hechos lo demuestran, con luchas grandes como la multitudinaria movilización en el Chaco con represión y enfrentamiento, con luchas “chicas” (que no lo son) donde, por ejemplo, tres trabajadores de Carrefour en Villa Devoto se encadenaron por despidos injustificados.
En este contexto político, la burguesía busca dar pasos tímidos y dubitativos de comenzar a lavarle la cara a las Fuerzas Armadas, en un intento de comenzar de a poco a sacarla del sótano en que las sepultó la lucha política del pueblo argentino; y desde una postura que le dé una aggiornada imagen de su concepción y origen prusiano, pretendiendo que aparezcan como Fuerzas Armadas “bolivarianas”, o, en otras palabras, unas Fuerzas Armadas populistas.
Reflotar esto no les será nada fácil. Los militares no pueden tan siquiera balbucear un solo término opinando sobre la situación política del país, aunque tengan que ir a estudiar a la Universidad de las Madres. Los monopolios necesitan garantías. Si no les alcanza con la mentira de esta democracia, donde cada día se expresa más grotesca y enajenada a sus propios intereses, por las “dudas” van preparando el terreno.
Pero en un contexto histórico que nada tiene que ver con el pasado, en el sentido de la capacidad política e ideológica de lograr implementarlo. No les alcanza ni para empezar, pues el NUNCA MÁS fue una conquista de nuestro pueblo y no un “regalo” de los demócratas burgueses.
La irrupción sin prisa y sin pausa de la clase obrera en la escena política argentina se comienza a expresar en sus primeras avanzadas, y ni los barras bravas de los sindicatos, ni las mentiras, ni los despidos, ni las opciones reformistas pueden frenar lo que ya comienza a darse; y menos aún lavarles la cara a un sector que los mismos políticos burgueses tuvieron que sumarse al cortejo fúnebre de su entierro político.
Esta es una crisis de fondo que tiene la burguesía y está en las manos de los revolucionarios, la clase obrera y el pueblo darle el curso para el nacimiento de una nueva Historia.