Muchas veces en nuestras publicaciones, hemos hablado del carácter que ha tomado el Estado en esta última fase de descomposición del sistema capitalista, como Capitalismo Monopolista de Estado, donde éste toma un exclusivo rol de garante de los intereses de la oligarquía financiera y, en la medida en que se profundizan los enfrentamientos de clases, ese rol, va desnudando cada vez más su verdadera esencia.
En los inicios del gobierno Kirchnerista, uno de los pilares fundamentales de su fórmula política era, justamente, intentar esconder el verdadero rol del Estado, pretendiendo mostrar una especie de capitalismo humanizado, donde el Estado supuestamente podría jugar un rol conciliador entre los intereses de la clase obrera y el pueblo y los monopolios, teniendo como premisa fundamental la participación de sus instituciones para garantizar una supuesta paz social entre las clases antagónicas.
Pero desde ya que mucho no tardó en caerse el velo de la mentira, cuando el movimiento de masas comenzó a avanzar en la lucha por las conquista de sus reivindicaciones, poniendo en su lugar al gobierno de los monopolios y todas las instituciones del Estado capitalista, a la defensa a ultranza de la clase que justamente posee el poder del Estado, la burguesía, más precisamente, el sector más poderoso que es la oligarquía financiera.
En esta fase de capitalismo monopolista de Estado, como ya hemos señalado en varias ocasiones, el Estado ha sido cooptado por los monopolios, poniendo a su servicio a todas sus instituciones, en pos de sus intereses, ubicando en puestos claves, directamente, a funcionarios y gerentes representantes de empresas monopólicas particulares, para favorecer sus negocios. Así, por poner un solo ejemplo, la política, la economía y la justicia en el sur de nuestro país, se deciden en los despachos gerenciales de las principales empresas petroleras, mineras y otra, que explotan en suelo argentino. Es decir, los monopolios pasan a ser Estados en sí mismo.
Con el conflicto de Gestamp, una vez más, ha sido expuesto ante los ojos de todos los argentinos, cómo el Estado intervino solamente para defender a su clase. El gobierno nacional y provincial, el ministerio de trabajo, el sindicato de SMATA, las fuerzas represivas, los medios de comunicación, etc., todos juntos operando contra la clase obrera que, luchando por su reincorporación, golpeó donde más les duele, que es en sus ganancias, logrando la paralización de una gran parte de la producción automotriz, luego que 9 trabajadores habían tomado un puente grúa de la fábrica que provee de insumos a Ford, VW y Peugeot, entre otras.
Luego de que el ministerio de trabajo hubo desconocido de manera canallesca y aberrante, la conciliación obligatoria que firmó con los trabajadores, con total impunidad, la burguesía y su gobierno, en un acto de desesperación, se mostraron abiertamente unidos contra la clase obrera y el pueblo. A tal punto, que en este marco, días atrás, el siniestro ministro de Producción, Ciencia y Tecnología de la provincia de Buenos Aires, Cristian Brensteinten, quiso tranquilizar a los empresarios de diferentes ramas, en una reunión en las oficinas porteñas del Banco Provincia, aclarando que: “Si les pasa algo como lo de Gestamp, por favor, avísennos de inmediato”, y no sólo dio su apoyo frente a este tipo de conflictos, sino que también manifestó su “preocupación” ante la posibilidad de que se extiendan los casos de ocupaciones de plantas que paralicen la producción.
En este mismo sentido, el papel de la prensa, alineada bajo un mismo interés de clase, luego de tener que hacer público el conflicto, obligadamente, tomo posición haciendo lo que mejor le sale, desinformando y desvirtuando la realidad, intentando llevar al conflicto a una supuesta disputa entre la izquierda y el gremio, para quitarle legitimidad a la lucha de la clase obrera.
El Estado en el capitalismo actual es el Estado de los monopolios, y sus instituciones sólo tienen como objetivo proteger las ganancias y los negocios de la oligarquía financiera. Las instituciones que favorecen a la clase obrera y al pueblo son las que se van construyendo al calor de la lucha, de forma independiente a las del Estado burgués, basadas en la autoconvocatoria y la democracia directa para la toma de resoluciones.