No basta que la crisis política que atraviesa la oligarquía financiera en los planos nacionales e internacionales, no basta tampoco el enfrentamiento que la clase obrera industrial está llevando a cabo en todos los puntos del planeta para avanzar decididamente hacia la revolución socialista.
En nuestro país, que por cierto se están dando las premisas mencionadas, aún las políticas e ideas revolucionarias se encuentran en un estado embrionario. La clase obrera está enfrentando las políticas de ajuste, aparecen miles y miles de trabajadores dispuestos a ocupar puestos en ese enfrentamiento de conquistas, en ese ir y venir de la lucha de las clases, sin embargo la dirección política dirigida a la revolución es insuficiente.
Nuestro pueblo sigue extendiendo y profundizando metodologías y organizaciones revolucionarias, por lo tanto no se trata ni mucho menos de inventar por fuera de ellas, de esas expresiones que van adquiriendo cada más peso, se trata en lo fundamental que desde esas prácticas se avance a la lucha por el poder.
Es desde esta conducta política de los revolucionarios que no se debe ni se puede subestimar el papel de las masas en la revolución, ese es el principal afluente del proceso revolucionario y a no dudarlo, sin embargo es menester de los revolucionarios mantener firme el timón y asumir la necesidad que ese caudaloso río tenga una dirección precisa que es la revolución.
Entendemos que desde la experiencia cotidiana que van haciendo las masas, que objetivamente golpea los intereses de la oligarquía financiera se necesita hacer consiente en el pueblo movilizado que todas sus acciones trasciendan ya la conquista inmediata, es una etapa que las masas vienen haciendo por sí solas, y que decididamente esas prácticas y metodologías revolucionarias vayan preparando las verdaderas instituciones políticas de la revolución (fundamentalmente el estado asambleario que se viene practicando desde hace mucho tiempo). Es una tarea imprescindible de los revolucionarios que solo es posible comprender si no se subestima la actual movilización permanente de nuestro pueblo.
Dentro de las tareas fundamentales a desatar, la agitación y la propaganda de las políticas revolucionarias son el principal eslabón de la cadena.
Todo el sistema democrático burgués, incluidos la izquierda parlamentarista, el oportunismo de todo color intenta e intentará por todos los medios “encontrar salida dentro del sistema”, incluso se los escucha como en el caso de los fondos buitre “aconsejar” en el trato con ellos.
Para romper con esta lógica del sistema que lleva décadas, que han querido imponer como pensamiento único, el de la burguesía monopolista, se hace necesario quebrar esa dinámica y salir al cruce con una independencia política y de clase capaz de revertir lo impuesto por el sistema que en definitiva es “la dictadura del gran capital”.
Independencia política radica en lo fundamental en que no damos puntada sin hilo es decir que en cada enfrentamiento dado por las masas dirigir ese torrente en forma simultánea por la lucha concreta y a la vez preparar en esas metodologías las instituciones revolucionarias que transitan en su experiencia la autoconvocatoria que decididamente va por fuera del sistema que nos propone el poder del Estado monopólico.
No hay preparación de fuerzas revolucionarias sin la lucha que hoy por hoy se está dando en todo el país, pero tampoco avanzamos a la revolución sino introducimos el carácter revolucionario de esa lucha que debe apuntar al poder.
No es ya suficiente que la clase obrera y el pueblo transiten la experiencia, se trata que los revolucionarios en ellas tengan la suficiente “desfachatez” para dirigir las fuerzas en lucha hacia la revolución.
Es un momento muy importante de nuestra historia, un momento en donde hay que clavar una estaca capaz de avanzar a un ritmo de otra calidad a la revolución, para ello, insistimos, tomemos es eslabón fundamental en ésta época que introduzca decididamente las políticas y las metodologías revolucionaria en camino hacia la lucha por el poder. Avanzar en la acción directa con un lenguaje directo, que las ideas fluyan incansablemente en esa disputa fundamental.