Las disputas interimperialistas por apropiarse de los negocios enormes que están en gateras para nuestro país, han “encontrado” un punto de sosiego nada más que aparente. Los capitales que habían arreglado con el Club de París y que no querían echar más leña al fuego de la lucha de clases contra el proletariado y el pueblo en general, debieron ceder ante los capitales que también querían participar de dichos negocios, aunque ello signifique avivar el incendio social.
Ninguno tiene la fuerza suficiente para desplazar al otro. No es que se hayan puesto de acuerdo ni es que hayan comprendido que “la unidad hace la fuerza”, es que ninguno tiene la fuerza suficiente como para enfrentar al otro y marcar el terreno a fin de apropiarse en forma exclusiva del mismo. A regañadientes deben “compartir”. No obstante, la desconfianza, el intento de adueñarse de los mejores pedazos no cesará y la disputa por la mejor parte de la torta se incrementará entre ellos a niveles desconocidos.
En definitiva no se trata de peleas entre buitres sino entre depredadores.
Lo que no podrán evitar es, precisamente, la situación que entre todos han creado al transitar la vía más escarpada: el intento de decuplicar los niveles de superexplotación y saqueo a la clase obrera y al pueblo, en una situación de profunda crisis política entre ellos y de auge de masas.
Los recursos para pagar a Repsol, el Club de París, los vencimientos de la deuda y los pagos a los llamados fondos buitres saldrán del trabajo del proletariado y de los tributos que el pueblo en general deberá pagar al Estado al servicio de los monopolios. Éste es el escenario previsto por los capitales imperialistas y los sectores políticos que los representan en el gobierno y toda la llamada “oposición” de “derecha e izquierda” quienes, han coincidido que “las deudas” hay que pagarlas. Unos, afirmando directamente que se debe pagar y otros despotricando contra las injusticias y proponiendo una consulta vinculante para que el pueblo decida. O sea una elección en el marco de las instituciones dominadas por la oligarquía financiera, con un previsible resultado negativo para el pueblo.
Pero resulta que la presa sobre la que van no es una dócil oveja, sino que es enorme y está dispuesta a pelear tal como lo viene demostrando.
El enemigo que tienen enfrente los acobarda e intentan un nuevo engaño que fracasa como tal al formularse. Por un lado se abrocharon los negocios petroleros que abren anchas las puertas a viejos y nuevos protagonistas que se meten en el negocio a raíz de estas disputas que describíamos. Por otro lado, la presidenta planteó anoche que hay que cumplir la ley y por lo tanto hay que pagar (léase, exportar capitales enormes) porque así vendrán, las inversiones para producir más grandes riquezas, al tiempo que le dice al proletariado y al pueblo que no deben pretender aumentos de salarios y de ingresos porque los que tienen son grandes debido a los incrementos ya otorgados en paritarias. ¡Se entiende entonces que las riquezas son para ellos! Los jubilados y pueblo laborioso en general, que escuchan semejante cosa amasan bronca. Los primeros no entienden por qué se cumple la ley que obliga a pagar la deuda del Estado y no se cumple la ley que falló a favor del 82% y los juicios ganados al Estado con sentencia firme. Y el pueblo en general, compara sus flacos bolsillos con el costo de los bienes y servicios a los que cada vez alcanza en menor cantidad.
Entonces, para la solución de los problemas del pueblo se fabricarán más autos y se otorgarán préstamos para comprarlos.
Ésas son las “soluciones” que plantea la oligarquía financiera para el pueblo: negocio para los bancos y subsidios a las automotrices. A un pueblo que está ávido de resolver los problemas de mejores ingresos, alimentación, salud, vivienda, educación, seguridad, futuro para las generaciones venideras, en suma, calidad de vida, le ofrecen sacar más petróleo para los negocios monopolistas y venderle autos a través de préstamos, es decir mayores deudas de las que viene afrontando mediante el pago interminable y creciente del impuesto al salario, y costos elevadísimos de bienes y servicios que debe comprar en cuotas para sobrevivir con un sueldo cada vez más pequeño al que nos quieren hacer ver como grande y suficiente.
Es que no hay ninguna posibilidad de arreglar o solucionar los problemas generados por el propio funcionamiento del sistema capitalista. No existe curita con la que se pueda combatir el cáncer.
Al cáncer hay que extirparlo y luego atacar los resabios que haya dejado en el organismo.
Ésa es la tarea que tenemos por delante como pueblo. Profundizar las luchas por las conquistas, organizarse políticamente para combatir el sistema capitalista y sus expresiones políticas e institucionales, unirse firmemente contra el enemigo común del proletariado y el pueblo. El cáncer es la oligarquía financiera, y para extirparlo hay que profundizar las luchas revolucionarias hacia la toma del poder. Y desde la construcción del socialismo combatir decididamente a quienes intenten reinstalar el capitalismo en la nueva sociedad.