Que la invasión de Irak por parte EE.UU. y sus aliados en el año 2.003, que como parte de su “guerra preventiva” derrocó al régimen de Sadam Husein tuvo un solo objetivo, el manejo de las segundas reservas petroleras del mundo y no el desmantelamiento de las armas de destrucción masiva iraquíes y del grupo terrorista Al-Qaida, es cosa juzgada.
Como resultado de la invasión, hubo ganadores y perdedores en la “repartija” del botín de guerra. Las petroleras con base en Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita, que se apresuraron en apoderarse de las enormes reservas de petróleo iraquí, firmando contratos por 20 años que se han descrito como los más importantes de la historia de la industria petrolera, y que representan cerca de 60 mil millones de barriles de petróleo, o la mitad de las reservas de Irak , dejaron afuera al resto.
Desde entonces, desembarcaron tímidamente y clavaron sus dientes empresas petroleras británicas, chinas, turcas, rusas, iraníes ExxonMobil, Rosneft, Chevron, TPAO, Total Royal Dutch-Shell, Aramco, Petro China, Sinopec y CNOOC, entre otras.
Pero la crisis política-económica global en el reino de la oligarquía financiera, que no encuentra ni pueblo ni clase obrera que dócilmente admita la “paz social” que proponen para relazar sus ganancias y llevar adelante su rapacería, ha llevado a que se agudicen al extremo las contradicciones interimperialista, y que ese sea el origen de la actual confrontación entre las petroleras que dominaban el mundo de los recursos energéticos en el golfo pérsico.
Agasajando el derecho y la dignidad de los pueblos de la región, y montados y exacerbando hasta la esquizofrenia las divisiones sectarias religiosas de origen islámico y las reivindicaciones nacionales kurdas, las petroleras armaron, estrenaron, financian y dirigen, su actual guerra de de rapiña en Irak.
Mientras los pueblos sufren y viven las consecuencias de las permanentes querrás e invasiones, la oligarquía petrolera se “roba el oro negro”.
Es así que el Frente al-Nusra «Frente de la Victoria para el Pueblo de Gran Siria» (Al Qaeda) que controla con ayuda de Israel el sur de Siria, es vendido por ExxonMobil (la compañía de los Rockefeller que reina en Qatar) mientras que el petróleo de los territorios del norte de Irak, controlados por el EIIL (Emirato Islámico en Irak y el Levante) se comercializa a través de Aramco (compañía de Estados Unidos y Arabia Saudita) y el gobierno pro israelí kurdo vende el petróleo con anuencia de Turquía a mitad de precio a Chevron, Hess y la francesa Total.
La desenfrenada y descarada disputa de intereses entre fracciones de la oligarquía financiera deja a los “lideres del mundo”- gerentes políticos del poder- sin margen para el enmascaramiento y ocultamiento de la disputa por el control de este recurso fundamental para la vida del capitalismo. Que “guerra religiosa”, que “terrorismo”, que “Al Qaeda”, que “lucha entre el mal y el bien”, son frases huecas para justificar las “soluciones militares y sus daños colaterales” de frente a los pueblos del mundo, que ya tienen identificado al enemigo de la humanidad, la oligarquía financiera, y no le da tregua en ninguna parte del globo.