El 17 de julio de 1995 fallecía nuestro compañero, Secretario general del PRT, Amílcar Santucho.
Con el dolor a cuestas de contar con compañeros asesinados, torturados, desaparecidos, presos, entre ellos Amílcar, compañeros perseguidos y resistiendo entre las masas la terrible ofensiva fascista, exiliados. Había que caminar por el sendero de la derrota y con un alto costo.
No es motivo de este artículo penetrar en la historia de esos años, seguramente se necesitarán muchos años más para incorporar a esos análisis a muchos compañeros que vivieron esa etapa y que de una u otra manera siguen aportando al proceso revolucionario desde diferentes trincheras y que nunca abandonaron los ideales profundos de la revolución socialista.
A Amílcar le tocó jugar uno de los papeles más complejos del proceso revolucionario. Por un lado había un contexto internacional, se levantaban todas las banderas del fin de la ideología, muchas de ellas nos tocaban de lleno, por ejemplo, la desaparición de la clase obrera y lo que implicaba en la decisión de construir un partido de la clase obrera. La caída de la Unión Soviética, la caída del socialismo, la ofensiva de la oligarquía financiera que en lo político e ideológico lograba centralizar la idea de la globalización impulsada por Nixon y Reagan muchos años antes para amortiguar la caída de la cuota de ganancia en el sistema capitalista.
Salido de la cárcel en Paraguay y con una salud golpeada por las condiciones en las cuales transitó al igual que muchos compañeros, Amílcar se encontraba con un Partido en crisis.
Miles de compañeros por diferentes razones se encontraban organizados bajo las ideas de la revolución, bajo las ideas del Partido pero dispersos. Ese contexto se iba agudizando en la medida de la extrema debilidad política e ideológica que nos había asestado la derrota.
Era una época muy compleja, había un Partido en todos lados, en la introducción de este artículo lo mencionamos y en la realidad de ese momento histórico había que ponerse la historia al hombro y desde esas trincheras muchos compañeros lo hicieron. La defensa del Marxismo Leninismo y la defensa de la necesidad histórica de construir el Partido.
Aún en ese momento histórico y producto también de que aún la socialización en la forma de producir privilegiaba de alguna manera al individuo producto de décadas de un capitalismo que hasta los años 60 del siglo pasado mostraba cierta reacción en las ya frenadas fuerzas productivas, había un Amílcar en nuestras filas que supo ponerse sobre sus espaldas la historia del Partido. El expresó en su momento lo que muchos, organizados o no supimos valorar lo hecho por el PRT desde su fundación.
Para nuestro Partido Amílcar está entre los compañeros más destacados de nuestra historia, en él se sintetizó la voluntad férrea de sostener en lo más alto las ideas de la revolución en las peores condiciones de la clase obrera y de su partido de vanguardia.
Había que ponerse al hombro tamaña tarea cuando todo, absolutamente todo estaba cuestionado. Cuando la desconfianza en la clase obrera y el pueblo se paseaban victoriosas en las arenas de la lucha de clases. Había que reconstruir el Partido de vanguardia de la clase obrera y había un camino ya hecho, era el Partido que había puesto sobre la mesa la lucha por el poder, era el Partido que había dado batalla a muerte contra el populismo y el reformismo, ese Partido había que ponerlo en la escena de la lucha de clases y Amílcar supo entender la época histórica que se transitaba, a la violencia ideológica de la burguesía había que hacerle frente con la inquebrantable conducta revolucionaria de sostener las ideas de la revolución en las peores condiciones.
Le tocó vivir un momento difícil de la revolución, conoció el Partido en su esplendor de la lucha política y conoció el Partido en su desgarro, supo como muchos otros revolucionarios encaminarse a la construcción del Partido en las masas, volverlo a fundirlos en ellas con la idea de insertar las ideas de la revolución aún en las peores condiciones.
Fue muy grande su pensamiento pero intuía y sabía que había que constituir los organismos colectivos, su destacada personalidad la utilizaba en lo fundamental a construir colectivos que se correspondieran con la etapa que atravesaba la socialización en la producción que ya se correspondía por una marcada constitución de equipos gigantescos de trabajo colectivo que proponía la globalización.
Así se puso en marcha la reconstrucción del partido en donde se comenzaba a romper en condiciones de mucha dificultad la dispersión de ésta experiencia, tarea que a tantos años se continúa con la incorporación de compañeros que por justificadas razones no nos encontramos en la estructura pero si en la lucha de clases, en las trincheras del actual enfrentamiento a la oligarquía financiera y en ese camino se fortaleza y se centraliza el vigor de una fuerza revolucionaria.
Ese período histórico fue muy gris y ese papel de Amílcar no tuvo las luces que actualmente va adquiriendo ese gran jefe revolucionario que tuvimos en nuestras filas. Año a año en ese reivindicar de éstos revolucionarios estamos manifestando los resultados del fortalecimientos de las ideas de la revolución que comienzan a caminar más rápidamente en nuestro pueblo, ahora en ese gran revolucionario sintetizamos una época en donde decenas de miles como él en el Partido o fuera de él no resignamos las ideas del Partido y de la revolución.