La otrora división del planeta, guerra mundial por medio, en una nueva delimitación de los “estados nacionales” que fuese fundamental para una mayor extensión del capitalismo y nuevo reparto del dominio de todo el planeta ha quedado reducido casi a escombros frente a la crisis política económica en que se encuentra sumergida la clase dominante producto de la lucha de la clase obrera y los pueblos del mundo que no se resignan a ceder frente a los propósitos de explotación, opresión y rapiña necesarios para garantizar su tasa de ganancia.
En las últimas décadas la oligarquía financiera – dueña del capital financiero mundial que es la fusión del capital bancario e industrial- ha asumido una conducta “nómade” en busca de “un lugar en el mundo” que garantice “razonablemente” las condiciones políticas que permitan la extracción de plusvalía y la apropiación de las materias primas y recursos naturales, en todo el mundo, sin limitación de frontera alguna y con la fantasía de lograrlo sin contingencias provocadas por la pertinaz lucha de clases.
Así, primero fueron los cuatro tigres asiáticos (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán). Luego, espantados por las crisis políticas y los salarios conquistados por la clase obrera de esos países, se desplazaron a China tras lo cual se dirigieron a la llamada Europa del este, América Latina y África.
Esta globalización ha echado por la borda los sueños de la burguesía por “escapar” de la lucha de clases. Muy por el contrario, ésta se ha multiplicado y ha generalizado su crisis política a nivel mundial. Ya sus gobiernos y Estados, frente a la embestida de los pueblos y la clase obrera, no garantizan el control político necesario para sus tropelías, ni la capacidad de engaño para hacerse pasar por árbitro, lo cual no les sirve ni para dirimir las contradicciones ínterburguesas exacerbadas al máximo.
Muy lejos de la posibilidad de utilizar a sus gobiernos, condicionados por las luchas crecientes de sus pueblos, para dirimir estas contradicciones de intereses, que en otra tiempos se zanjaban, ora en el terreno de la “guerra” económica, ora mediante guerras militares mundiales; ha llevado a las distintas facciones de la oligarquía financiera que pelean entre sí, a llevar las confrontaciones militares a determinados puntos regionales.
En una lucha de todos contra todos, montados sobre las miserias burguesas del nacionalismo y separatismo, el fundamentalismo religioso, la seudo democracia liberal y las contradicciones tribales, los conflictos se han multiplicado en bastas regiones del planeta, llevando a buena parte del mundo a guerras irracionales y de exterminio humano y de recursos naturales.
Ucrania, Irak, Libia, Siria, República Centroafricana, Yemen, Afganistán, Palestina, entre otros, son escenario de las guerras sin tapujos entre grupos del imperialismo por la disputas de los recursos naturales – principalmente energéticos y mineros- que dejan cotidianamente centenares y miles de muertos, otro tanto de personas desplazadas y la condena a la miseria más atroz de millones de seres humanos. Los recientes hechos de los derribos de los vuelos comerciales de la línea aérea Malasia en el Océano Índico, el primero y el segundo en Ucrania, han hecho “visibles” la misma barbarie dejando a los “líderes burgueses del mundo” descolocados y desdibujados frente a los reclamos de paz de los pueblos del planeta.
Estas guerras, junto las contrarrevolucionarias y las de control geopolíticos, han convertido a la oligarquía financiera en el enemigo común de la humanidad y en una necesidad de supervivencia, el objetivo de su derrota, como tarea principal de la clase obrera y el pueblo.