«Entre el 47,2% y el 59,2% de los ingresos de las familias argentinas serán destinados este año a pagar impuestos, tanto nacionales, provinciales y municipales, como consecuencia de la presión tributaria formal que existe en el país.
Así se desprende de un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF).
La carga tributaria, que hace referencia al peso que tienen los impuestos sobre la economía, en Argentina “viene creciendo a un ritmo vertiginoso”.
En ese sentido, desde el instituto que dirige Nadin Argañaraz se remarcó que la recaudación de los tres niveles de gobierno (nacional, provincial y municipal) “ha pasado de representar el 23% del PBI en 2001, a llegar al 35% en 2013”.
De este modo, la carga tributaria formal sobre el ingreso asalariado de las familias, supone un incremento de 30% interanual en 2014.»
Hasta aquí la publicación.
Independientemente de la confiabilidad de la fuente informativa, lo que sí es seguro es que la carga impositiva sobre el ingreso de los trabajadores es agobiante y supera los niveles de la inflación.
Todo impuesto a los ingresos de los trabajadores, es una contribución compulsiva que el Estado efectúa para el sostenimiento de las ganancias de la burguesía.
Estos impuestos, hace años no existían. Quiere decir que era una carga que debía pagar la burguesía.
Todos los gobiernos de turno al servicio de esta clase, lo han ido trasladando a los ingresos de los trabajadores. Empezaron con el I.V.A., impuesto que iban a cobrar por un tiempo, y lo institucionalizaron dejándolo fijo y aumentando su porcentaje desde 12% al 21% actual.
No hay cosa más injustificada que el impuesto al ingreso de los trabajadores. Por un lado está el impuesto al salario que nos descuentan antes de llevarnos la plata al bolsillo y luego con lo que nos queda, tenemos que salir a pagar las cargas impositivas al consumo de los elementos necesarios para vivir (alimentos, ropas, casa, gas, electricidad, agua, transporte, etc). Además, en los últimos años, se han creado nuevas estrategias para meter las manos en los bolsillos y seguir achicando el salario.
Ejemplo de ello son los cobros de los bancos por la utilización de los cajeros a donde los trabajadores debemos ir obligadamente a extraer nuestros sueldos. El cobro de comisiones y servicios bancarios, etc., cuando en realidad, por el hecho de que los bancos tengan nuestra plata, deberían ser ellos los que abonaran intereses a los asalariados.
También se han creado impuestos que se agregan en las facturas de luz, agua, gas. También se inventaron los estacionamientos medidos, los peajes, las multas municipales exorbitantes que tienen como único fin el recaudar dinero en forma masiva, pues si les interesara la seguridad y salud de los conductores y peatones, las calles estarían en condiciones, habría buena luz durante las noches, las rutas estarían impecables, las veredas serían un billar, etc.
Existen también otros tipos de impuestos que no llevan ese nombre, como los sellados de todo tipo para cualquier trámite en la administración pública, pagos de patentes, y otros. La lista es interminable y si sumáramos todo veríamos que el monto que pagamos es muy superior al que dice la noticia citada al principio.
Como vemos, todo el agobio impositivo y de cobro de «servicios», no son más que achicamiento de los ingresos o, directamente, reducción de la masa salarial pues, de lo contrario, quien debiera asumir el costo de todo ello sería la única clase que obtiene ganancias, es decir la burguesía.
Bajo el verso de que el impuesto es un aporte solidario, se esconde una millonaria expropiación de ingresos a los trabajadores, pergeñada durante años por la burguesía y el Estado a su servicio.
Los gobiernos de turno (el actual y el que venga después) seguirán profundizando la tendencia al aumento de impuestos ya sea aumentando los que ya existen o agregando nuevos.
El freno a esa política es nuestra lucha por sostener y, en lo posible, aumentar nuestros ingresos, al tiempo que transitamos el camino de la lucha por el poder para lograr nuestra liberación definitiva. Tal como hoy mismo lo están haciendo los trabajadores portuarios contra el «impuesto a las ganancias» sobre el salario, quienes han iniciado un paro en las terminales de donde sale la soja y otros productos. Estos monopolios que manejan el comercio de cereales, no pagan impuesto a pesar de los miles de millones que embolsan. Tampoco pagan impuestos los bancos, el negocio del juego y los monopolios de todo tipo a quienes el Estado los exime por veinte o treinta años y vuelve a renovar esas eximisiones.
La lucha contra el impuesto al salario está en el sentir de todos los trabajadores afectados por el mismo. Lograrlo, sería un gran golpe a la burguesía monopolista, y abriría las puertas para avanzar contra todo tipo de impuesto a los ingresos de los asalariados, contribuyendo al mayor debilitamiento de la oligarquía financiera y, simultáneamente, constituiría un ejercicio de poder que significaría para los trabajadores una avance en la correlación de fuerzas, unidad y conquista tanto en lo económico como en la organización y en el fogueo del enfrentamiento político contra esa facción de clase monopolista y el Estado a su servicio.