El profundo desprecio que la burguesía siente hacia las clases populares se evidencia, sobre todo, en el trato a los sectores más desprotegidos de la sociedad. Y eso, en otras palabras, no es más que odio encubierto.
Éste es el caso de los jubilados quienes, al final de un largo camino de más de treinta años de trabajo ininterrumpido y de servicios al país, transitando a través de la dura vida laboral que sólo ha sonreído a cuenta gotas en el marco de este sistema explotador, han arribado al peor de los castigos para sobrevivir sus últimos años de vida. Porque un jubilado es un trabajador o persona del pueblo. Nunca un burgués será jubilado por más apariencia que tenga de adulto desvalido.
La burguesía, no puede, aunque quisiera, agradecer ningún acto humano a sector alguno de la sociedad y, menos a los seres humanos que ya no producen, aunque lo hayan hecho durante 30, 40 ó más años.
Esta clase social que sustenta su razón de ser en la reproducción y acumulación del capital, y que ha construido un Estado a su imagen y semejanza para sostener esa forma de organización social, no puede disimular su esencia usufructuaria frente a las personas, sintetizada en el siguiente principio: el que produce sirve y el que no, se desecha. A nadie se le reconoce nada, a nadie se ama. Todo cuidado significa gasto que no se destina a la reproducción del capital. El dueño del capital es el que goza y el que trabaja sufre las consecuencias de no tener capital. Los supuestos escenarios en donde, en oportunidades, se «agradece» a alguien, son armados nada más que para el marketing y los negocios. La burguesía, tiene un solo principio cual es el de obtener ganancias para volverlas a invertir y así obtener ganancias mayores.
El cinismo ensayado por los gobernantes de turno, como es el caso de la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no ahorra mentiras para encubrir la realidad a la que son empujados los jubilados y personas mayores en general. Mienten hablando de porcentajes de aumento, comparándose con otros gobiernos, tirando cifras a diestra y siniestra. Enredando con fórmulas matemáticas y estadísticas prolijamente acomodadas y graficadas por sus organismos igualmente mentirosos y falsos como un dólar anaranjado.
Lo cierto, la realidad contundente es que la jubilación es de $ 2.700 y que, a partir del mes de setiembre próximo será de $ 3.100 y que ese dinero no alcanza absolutamente para nada. También es cierto que el 82% móvil fue vetado por la misma presidenta que se ha llenado la boca en estos últimos días diciendo que las deudas hay que pagarlas. ¡Sí, cuando los acreedores son oligarcas y burgueses recalcitrantes como ella! Pero cuando los acreedores son jubilados, el ensañamiento es atroz. No sólo que no se paga lo que les corresponde sino que, además, los juicios que han sido ganados por los jubilados contra el Estado y que cuentan con sentencia firme de la justicia, no son ejecutados, es decir que, a pesar de que la justicia haya fallado a favor de los jubilados, el Estado no paga. ¡Gran cosa la ¿JUSTICIA? burguesa y su Estado.
A eso le llaman «Estado de derecho», «gobierno nacional y popular», «democracia por la que el pueblo luchó», y otros calificativos igualmente insultantes a la inteligencia y el sentir popular. ¡Nada de eso!
Este no es un Estado de derecho para el pueblo, es por el contrario, un Estado de rapiña a favor de los monopolios. No es éste un gobierno nacional y popular. Se trata de un gobierno que administra los intereses de la oligarquía financiera a quien otorga subsidios, garantiza sus ganancias, la explotación y el saqueo. Tampoco es ésta la democracia por la que el pueblo luchó. Contrariamente, el pueblo ha luchado, lucha y luchará por una democracia basada en una vida digna de ser vivida por los trabajadores y el pueblo; por una niñez con futuro garantizado a partir del esfuerzo de sus padres; por una edad de jubilación en donde las personas mayores disfruten del reconocimiento de la sociedad al esfuerzo brindado durante su vida de trabajo y aporte a la producción, en donde sigan aportando sus conocimientos y experiencia de vida al conjunto social y sigan siendo constructores de un país y una sociedad que no sólo merezca vivirse en plenitud sino que necesite del aporte social de todos como parte de la condición humana y solidaria basada en el emprendimiento social común, porque la vida no se termina en la edad adulta.