Para hacer una hamburguesa se necesitan 16000 litros de agua. Si señor lector, leyó bien. Luego nos dicen que los pueblos malgastamos el preciado tesoro. Que si tenemos una “gotera en la canilla” nos sintamos los peores de todos. Claro, el agua la necesitan para el negocio y hay que encontrar culpables, “lógicamente el pueblo”.
Con una población mundial de 3500 millones de pobres el 30% del alimento que se produce va a parar al tacho de basura. Es decir lo más importante para que sea un buen negocio para el capitalista es que el producto circule. Es decir en la góndola tiene que estar poco tiempo y a modo de ejemplo de este despilfarro alimenticio se “institucionalizó” la “fecha de vencimiento”, el producto no rotó porque no se vendió, “no importa” se vence e igualmente se repone. Así mismo una mercancía se la produce para que dure tanto tiempo, necesariamente la hacen para que se rompa y haya que reponerla. Bueno, ese 30% que se tira implica tirar a la basura no solo el alimento, sino la fuerza de trabajo hombre para producirlo y un castigo a la naturaleza como nunca antes habíamos soportado.
En nuestro país, “granero del mundo”, que brindamos materias primas al planeta, que exportamos cifras siderales de soja, maíz, que “estamos” industrializando millones de hectáreas, en fin “somos una fuente de productos para alimentar al mundo”, resulta que de todo ello el 30% se tira a la basura, cifras que son oficiales, es decir que nunca en estas condiciones sabremos la verdad pero intuimos que son superiores.
Para producir este “escándalo” aparece la gran temida “huella de carbono”, para la realización de este producto que luego en gran parte se va a tirar, aparecen gases tóxicos, por ejemplo el transporte, las máquinas, etc un castigo innecesario a tanta voracidad del negocio de rotación del producto y de paso producimos el tan mentado agujero de ozono.
No es menos dramática la utilización del agua para la producción en el campo. Solo con lo que se tira a la basura se consumen 250Km3, estamos hablando del caudal anual de grandes ríos del planeta.
El 28 % del territorio del mundo es utilizado para producir alimentos que se tiran, es decir los grandes procesos de concentración económica han llevado a la humanidad al borde del precipicio, guerras intermonopolistas por apoderarse de un tesoro que le corresponde a la humanidad y todo para producir “la nada”. Imaginemos el país más grande del planeta, Rusia, produciendo alimento que luego se tirarán a la basura.
Esto está mal y hay que cambiarlo. ¿Cómo no vamos a poder hacer las cosas de otra manera?
Una revolución socialista en donde el Estado sea de todo el pueblo el alimento no se tirará. Parece una tontería pero ¿se imaginan que un treinta por ciento sean ahorrados al día siguiente de la toma del poder?
Teniendo el 80% del campo ya concentrado por la oligarquía financiera, la revolución no se propondría desconcentrarlo, pero sí ese 80% pasaría a ser parte de los recursos del Estado de todo el pueblo. Desde allí seguramente el derroche al que nos tiene acostumbrado el poder burgués se eliminaría sin tanta discusión. Imaginemos entonces como de inmediato se abrirían nuevas alternativas alimenticias para nuestro pueblo, de solo pensar que no solo nos ahorraríamos de entrada 30% que se tira, sino que además la fuerza productiva hombre y la naturaleza inmediatamente sentirán un alivio.
Ese potencial sería dirigido a cambiar el curso de la producción alimentaria, que al ya no estar sometida al negocio de hecho irá cambiando su calidad. El alimento será entonces un retorno a la naturaleza, una fuente de recursos llevaderos con el Hombre.
Hoy queremos alimentarnos mejor pero el sistema no nos permite. Nos imponen alimentos que ni siquiera sabemos los componentes con los que fueron elaborados, no se sabe a ciencia cierta el destino de nuestra salud. Hipócritamente nos llenan de nuevas dietas, de “consejos saludables” pero el alimento que recibimos de una u otra manera está ya contaminado. El negocio lo contamina y de hecho lo hace contra el Hombre. La economía burguesa es complicada, difícil de entender por parte del pueblo puesto que el objetivo de la misma es la ganancia, entonces todo es trampa y mentira, el capital usurario que en ésta época histórica está fusionado con la industria y el comercio domina el escenario caótico en que nos envuelven a las mayorías.
Una revolución socialista que deviene de todo el proceso de luchas que hoy estamos realizando acentuando la democracia directa, la asamblea como soberana de las decisiones no necesitará de una contabilidad “escondedora” la ciencia y la técnica dominada por el pueblo seguramente manejará con sabiduría las estadísticas, tenemos en el pueblo verdaderos conocedores de éstas técnicas, y sabremos de un día para otro que se debe producir para el consumo alimentario cotidiano. No iremos para atrás en la historia del Hombre, por el contrario tomaremos en nuestras manos lo que nos corresponde de lo que dio la humanidad en siglos de historia para abordar algo tan simple y necesario como el alimento. Una revolución socialista incorporaría a millones de argentinos a la administración del Estado, de inmediato y con la complejidad que será todo ello, pero hay experiencia acumulada y esa experiencia está totalmente frenada porque el actual Estado Capitalista aplasta toda capacidad de la sociedad y del individuo porque en el fondo todos sabemos que nuestro trabajo nos es ajeno, nada de lo que hacemos nos vuelve, por el contrario engrosa los bolsillos de las minorías. Si en cambio el producto alimenticio que produciremos sabemos a ciencia cierta que es para la mayoría, que es nuestro no solo no se tirará, desarrollaremos las calidades mejores jamás conocidas hasta el momento.
Todo muy lindo ¿pero cómo lo hacemos?
Las luchas actuales deben teñirse de éstas y otras ideas revolucionarias, romper el cerco que nos han impuesto de que no es posible una revolución socialista, deberemos saber atar el hoy de la conquista dentro del sistema con la política revolucionaria y es el momento histórico de avanzar en ese camino. Atar el presente al futuro es que todo el pueblo sepa para que luchamos y en ese camino no cabe ningún tipo de subestimación. Nuestro pueblo lucha, se está organizando, se está uniendo, aparecen asambleas por todo el territorio nacional, diríamos sin temor a equivocarnos que no hay nada que inventar por fuera de las grandes mayorías, pero a decir verdad las políticas revolucionarias aún no las conocen las grandes mayorías y allí está el principal desafío.