Hay dos andariveles bien definidos en la lucha de clases en nuestro país. De un lado, quienes apuestan al fortalecimiento de las instituciones burguesas y dentro de ellas juegan al gato y al ratón, hay “derechas”, “izquierdas”, “imperialistas y antimperialistas”, exacerban sus griteríos de histeria colectiva, pero tienen bien claro que hay que preservar las instituciones de un Estado que le pertenece ya y desde hace muchísimos años a la oligarquía financiera, es decir al verdadero poder en la Argentina. En este “show” institucional se crean candidatos en programas televisivos, el verdadero poder elige los contendientes, no importa de qué color sean, y pone en la palestra todo lo que no exprese y refleje en los hechos los intereses de cambio revolucionario.
El de la lucha cotidiana es el andarivel mayoritario, el que va incorporando cada vez más nuevas metodologías revolucionarias en sus acciones, el que no cree en nada que sirva de trampolín a un nuevo engaño, el que no quiere ser usado, el que ya sabe que nada vendrá por dádivas del poder y de sus gobiernos de turno. El que sabe que la lucha por la vida no tiene “caminos aliviadores”.
Este andarivel no se construye con “luces de colores” ni con “Marketing”, es un andarivel que hay que construirlo en una sabia acumulación de fuerzas políticas que nazcan de lo más profundo del pueblo.
Esta gran mayoría que sabe lo que no quiere afirmando un alto grado de conciencia alcanzando por su propia experiencia, no se puede subestimar aunque aún no esté generalizada la salida revolucionaria.
Mucho se está haciendo y muy bien, sin embargo el daño que por estos momentos se está haciendo a la clase obrera y al pueblo con el despido, las suspensiones, y que cuando la lucha de clases arrecia rechazando éstas medidas, la izquierda del sistema, la izquierda electoralista o parlamentaria, con discurso revolucionarista, intentando suplantar la lucha popular para ganar un voto del 2015, retrasan el asedio instalado por las mayorías instalando en cada lucha las próximas elecciones.
Lo cierto es que no se trata de empezar de cero en cada embestida, pero si se trata se sostener las posiciones revolucionarias en donde rige de hecho la Asamblea Soberana en la lucha cotidiana. Esa Asamblea que expresa la Democracia Directa, es decir el poder del pueblo en cada acción es lo que los revolucionarios tenemos que desplegar en todo lugar, es lo que mayoritariamente nuestro pueblo hace, confía y desarrolla, sin embargo a ello no se le da la importancia trascendental por qué no se la ata a la lucha por el poder, a la conformación de un nuevo Estado revolucionario. Son las Instituciones de hoy de mañana.
Tenemos todo y no tenemos nada… si ese desplegar masivo de la democracia directa no se lo asume por el pueblo como el camino revolucionario a seguir.
Esa tarea es la que hay que desplegar desde “pie” es decir desde el carácter multitudinario que ya sabe lo que no quiere. Este punto débil de nuestra revolución solo es posible superarlo haciéndolo, reafirmar lo que se está concretando de Institucionalizar la Democracia Directa, impulsar esas instituciones asamblearias en el verdadero poder popular o doble poder y transitar ese camino consiente para fortaleces la salida política revolucionaria y a la vez para que ella sea una alternativa al alcance de la mano.
Esa unidad popular que de hecho se está dando en cada enfrentamiento que viene desde abajo aún no tiene su expresión política revolucionaria desarrollada y ese es el punto débil a fortalecer para acortar los tiempos de dolor que ocasiona el sistema capitalista impuesto y el que tanto “aman” los oportunistas de todo linaje de hoy.
Las elecciones del 2015 están superadas por nuestro pueblo mal que le pese a todo el concierto de dominación, pero repetimos, para los revolucionarios es un paso importante ese grado de conciencia pero no suficiente para que se fortalezca la salida o alternativa revolucionaria.
Se seguirá en ésta época histórica en donde la disputa pasará por acentuar el poder dual, es decir lo que ellos, el poder, dicen y hacen, y del otro lado lo que la gran mayoría decimos y hacemos con la permanente y plena movilización.