El paro del día jueves es una herramienta no querida ni por quienes lo convocan.
Un arco muy amplio de trabajadores entiende que la lucha y la unidad que se está tejiendo comienzan a pesar más de lo esperado y van tomando cuerpo expresiones que están por fuera de todas las instituciones del Estado y en este caso en particular, de los gremios. Se va por fuera de lo establecido y allí radica la gran preocupación del poder.
Las empresas, el gobierno y los sindicatos perciben los golpes y sobre todo aquellos que se dan en las batallas cotidianas, en aquellas que no tienen prensa pero que pesan. El paro del jueves intenta retomar “iniciativas”, pasarse facturas por las malas acciones que no frenan el “peso de los de abajo”.
La verdadera correlación de fuerzas entre los contendientes mencionados cambia día a día a favor de las mayorías, pero aún a esa fuerza masiva que tiene bien claro lo que no quiere le falta materializar en fuerza unificada lo que se expresa aún aisladamente.
¿Qué es lo que puede cambiar el giro de los acontecimientos en una nueva calidad del proceso revolucionario?
Por un lado la persistencia y tenacidad de continuar con lo que se está haciendo, es decir no hay lucha ni pequeña ni grande, hay lucha. En lo metodológico generalizar el estado asambleario de la forma que se pueda, es decir llevar a los hechos y en lo concreto el poder de las mayorías en cada enfrentamiento. Esta metodología de acción es enemiga de cualquier burocracia, es llevar el problema bien abajo y sostener el enfrentamiento con esa masividad.
Este terreno se lo debe disputar centímetro a centímetro.
No importa entonces ya la profundidad o no de la consigna movilizadora ya que la misma depende de cada caso en concreto, lo que importa es la metodología que imponga la participación de la mayoría.
El burócrata del color que sea intenta imponerse por sobre las mayorías, pero en la época del Capitalismo Monopolista de Estado en donde los monopolios se han apoderado del Estado los “burócratas” son empleados de las empresas. Aparatos sostenidos por el gran capital que los utilizan como fuerzas de choque. El punto débil es cuando desde abajo la asamblea comienza a pesar y de hecho va cambiando la correlación de fuerzas. Las empresas sienten el golpe que “sus empleados” los burócratas de nuevo cuño no pueden frenar. Aparecen los nuevos interlocutores que responden a las mayorías y respaldadas por ellas. Allí no se juega y el poder lo sabe y lo siente.
El paro del jueves es una respuesta a esa lucha que viene de lo muy profundo, de lo que los aparatos saben de verdad que está pasando. Intentan “ponerse al frente” de la primera plana de los diarios porque saben que los trabajadores no darán tregua a la expresa crisis que nos están metiendo.
Este paro no querido ni por quienes lo convocan es “el mal menor” elegido por una trama de de figuras rechazadas por las grandes mayorías, saben que en cada rincón de trabajo se abre un estado deliberativo que multiplicará y potenciará la lucha.
Cada expresión nueva producto del estado asambleario, nos referimos a miles de nuevos delegados, de comisiones internas, de cuerpos de delegados que en los hechos van por fuera de las instituciones establecidas, de obreros movilizados bajo ésta idea, son una fuerza de peso específico pero que aún no tiene muy claro a donde ir. Se aferra a esa fuerza porque es de conquista, es de expectativa, porque se siente fuerte, el enemigo la respeta, pero se hace perentorio hacer consiente que eso que se está haciendo es revolucionario porque se aplica el doble poder, porque los de “arriba” ya están condicionados por los de “abajo”.
Esta metodología es la que intentan quebrar e intentar aislar, pero los revolucionarios persistiremos aunque no haya “prensa ni marketing”, es la asamblea la institución una institución de poder y ella se debe sostener amplia y ejecutiva. La experiencia de éstos meses nos está marcando que ésta generalización de ésta práctica asamblearia favorece el cambio de la correlación de fuerzas contra todo aparato burocrático, es más los quiebra, los hace vacilar y en gran medida pierden el rumbo de lo que hay que hacer, sus verdaderos patrones los atormentan por la idiotez a que los lleva a cometer error tras error.
Nada está siendo fácil en este cambio cualitativo de fuerzas que estamos transitando, pero estamos convencidos que por allí radica la fuerza revolucionaria del cambio social, en un ir y venir de prácticas autoconvocadas, democráticas en forma directa y de las más variadas.