En el proceso de consumación del engaño con la aspiración de disfrazar la realidad para formular los nuevos negocios a costa del empeoramiento de las condiciones de vida de millones, para esconder la descomposición y la aguda crisis del sistema capitalista y para ocultar sus basamentos políticos y económicos, que se sostienen en la explotación y apropiación del trabajo ajeno, los apologistas del capitalismo de toda laya, independientemente del ropaje político del que hagan alarde, liberal, progresista, conservador, de izquierda etc.. apelan a toda clase de recursos mediáticos y marquetineros para defenestrar al socialismo como formación social superadora de este sistema inhumano y caduco, intentando hacer de aquel una prolongación ininterrumpida por los siglos de los siglos. Por un lado la mentira histórica y por otra los personajes que encarnan tales mentiras. Es así que vemos, por ejemplo como algunos de estos apologistas del imperialismo ponen a Rusia y China como paradigmas del capitalismo ejemplar con “sentido socialista”. Haciendo lobby por estos intereses, lo que están mostrando es una sociedad socialista inexistente y lo que nos están diciendo es que este es el socialismo. En la época actual, donde la oligarquía financiera monopoliza las decisiones políticas, el Estado, los negocios, los niveles de explotación de la clase obrera, etc.. que puedan coexistir condiciones favorables, dignas, humanas y no explotadoras para los trabajadores y el pueblo, con la dominación de clase de la burguesía monopólica, que es a la vez, la clase explotadora y expropiadora que detenta la propiedad de los medios de producción, no deja de ser más que una asombrosa combinación de la historia, el ideal de los viejos defensores de la tercera posición hoy «devenido en modelo nacional y popular” o “socialismo del siglo 21». Pero además, un viejo y trillado argumento planteado desde los orígenes mismos de las ideas comunistas, incluso desempolvándolo en más de una ocasión como fundamento contra el socialismo, cada vez que los trabajadores y el pueblo con su lucha abrían una época de decidido cuestionamiento al sistema mismo. En las condiciones actuales, donde la amplitud de las movilizaciones en el mundo se ensancha y las masas populares por decenas de miles hacen sentir sus duros cuestionamientos al sistema vigente, reflotan nuevamente estas ideas reaccionarias como un pretendido corset para limitar las expectativas por los cambios revolucionarios que se están buscando, incluso pretendiendo sin ninguna duda hacernos ver engañosamente que junto a la incapacidad del capitalismo esta la incapacidad del socialismo y de las revoluciones socialistas por venir. Venezuela no es un país socialista y allí no hay ningún proceso revolucionario de estas características, por el contrario es un país capitalista dominado por una casta de parásitos y sometido al saqueo de sus recursos principales por conglomerados chinos, que intercambia petróleo por aceite de soja y porotos y además, endeudado cuantiosamente con el capital financiero de ese país. Sin embargo en la voz de sus dirigentes, las continuas apelaciones al socialismo y la revolución socialista son transmitidas sin ton ni son y al mismo tiempo mostradas las condiciones de vida del pueblo y puestas en la vidriera mediática como un fracaso del socialismo. Este experimento capitalista de la mano de China ha reducido los niveles de consumo a una mínima expresión, el salario por debajo de los niveles chinos, y al igual que Argentina, la inflación galopante y las condiciones de vida cada vez mas paupérrimas que son precisamente las condiciones de vida que exhiben el 99% de los países capitalistas e indudablemente las condiciones contra las cuales millones luchan y salen a las calles para oponerse a esta situación. la reacción política frente al propio desbarajuste del sistema obliga a los ideólogos y mercaderes de ideas perimidas y defensores a ultranza de una situación a todas luces deplorable, a enarbolar supuestos y recetas que la propia realidad y las contradicciones que exhibe el sistema capitalista se encargan rápidamente de destronar del pedestal donde fueron puestas como ideas superadoras. En sus intentos de contraponer consumo con revolución socialista su mirada es corta, pues se parte de la economía política capitalista para evaluar un sistema social sobre otras condiciones de producción. Sobre la base de los medios de producción en manos de la clase obrera y el pueblo, el impulso a las fuerzas productivas multiplicará la producción de bienes de consumo de la sociedad. La restricción del consumo, como ocurre en el capitalismo, es una condición de vida de los trabajadores que dependen del antojo del capital, de sus necesidades privadas, de la competencia con otros capitalistas y del mercado, de las crisis, de sus negocios. En cambio sobre la base de una producción social en correspondencia con las necesidades sociales, en manos de la sociedad, la producción adquiere por fin la libertad y el despliegue libre de trabas, que necesita para satisfacer las condiciones materiales de vida, promoviendo la más amplia participación de los trabajadores en la producción, conscientes de su vida. La sociedad socialista no es pues una peregrinación de modelos económicos dentro de un sistema putrefacto, sino una revolución en el desarrollo ininterrumpido hacia una vida plenamente humana.