La disputa por el control del petróleo y el gas en Medio Oriente, más allá de los países directamente afectados e involucrados, en realidad, es la gran disputa mundial por los negocios mundiales en donde las grandes potencias ponen sus banderas en defensa de uno u otro sector de la oligarquía financiera internacional (este es uno de sus objetivos porque la oligarquía va por todo en todos lados). Así, Estados Unidos y las potencias europeas, por un lado, y China y Rusia, por el otro, juegan abiertamente sus fichas. A esto hay que agregarle un elemento en el medio (pequeño detalle) que es la rebelión de los pueblos, y por ello la reacción de las potencias. Así aparece sumamente complejo todo y es difícil de precisar por las ciento de expresiones organizadas que resultan ser actores directos tanto en Siria como en Irak, fundamentalmente, donde las potencias apuntan, directa o en forma velada, a asfixiar a las fuerzas auténticas que pujan por expulsar a sus invasores. Pero como nada resulta ser lineal es preciso tomar la esencia y estar atentos y alertas, pues las aspiraciones de las grandes potencias siguen siendo hacer estallar una nueva guerra mundial interimperialista, pero no les da el cuero en lo político producto de la oposición masiva de la humanidad toda a que una cosa así suceda, y porque detrás de una nueva guerra, sin ninguna duda, el epicentro pasaría a ser el protagonismo de los pueblos del mundo. En pocas palabras, quieren pero no pueden. Varias notas hemos escrito referido a esto cuando so pretexto del conflicto de Siria, Estados Unidos amenazó mandar sus ejércitos para invadir Siria contra su gobierno y no lo pudieron hacer. Por otro lado, China y Rusia sostuvieron con su economía y armas al régimen de Siria tratando de derrocar los alzamientos; se empantanaron y no pudieron intervenir como deseaban. Ambos bandos no actuaron como querían; le tuvieron miedo a lo que se venía detrás de esto. Entonces se dedicaron a sostener organizaciones irregulares con todo el apoyo económico y militar. Pero como en toda guerra surgen factores imprevistos, sobre todo en el terreno político, y más en este tiempo histórico que las potencias no pueden controlar sus facciones como quisieran, hasta se les escurren como el agua entre los dedos, porque el signo real de todo esto es la lucha de clases. Los recientes bombardeos de Estados Unidos en Siria expresan también lo ridículo de estas potencias pues hasta pareciera que se pusieran de acuerdo con el gobierno sirio, Rusia y China, pues la disputa de las potencias es por el botín. Pero si éste es «rapiñado» mínimamente por un tercero, ahí, en seguida, se ponen de acuerdo. Ahí los bombardeos tuvieron carta blanca y a nadie se le movió un pelo. Veamos. Hassaken es una provincia al noreste de Siria, con ruta a Beirut y por ahí con salida al Mediterráneo. Esta provincia está en manos del llamado el ESTADO ISLÁMICO, organización rebelde que controla dicha provincia, en la cual en los campos del Éufrates existen unos activos petroleros de altísima calidad y muy fáciles de refinar, que antes eran operados por Shell y Total. En manos de esta organización (Estado Islámico) explotan entre 300 y 500 barriles diarios y los exportan como «contrabando». Si bien no son cantidades importantes, sí les están sacando los huevos del gallinero tanto a Estados Unidos como a Rusia. Dicha facción rebelde factura U$S 2.000.000.- al día que les permite sostenerse. Esos pozos petroleros son los que bombardearon. El nivel de improvisación, más allá de la impunidad de la oligarquía financiera, tiene un tremendo talón de Aquiles y es que los pueblos no les creen nada. Todo suena a carne podrida, lo cual les profundiza sus crisis políticas y sus mentiras, cada día, se muestran como más burdas.