Nuestra Revolución tiene muchos problemas, pero el más acuciante es que el proyecto revolucionario, de poder en manos del pueblo y de la clase trabajadora sea moneda corriente, que lo que se está gestando y haciendo por abajo, se institucionalice y sea conciente: la resolución en estado asambleario, la plena movilización y la acción directa, sea la forma de resolver los problemas, del HOMBRE, de LA HUMANIDAD. Que la ganancia, el capital o el negocio deje de ser lo central. En este sentido, todo el arco político de la burguesía, están expectante de la llegada de Coquí Capitanich al Chaco, como si fuese el nuevo mesías, como si fuese el nuevo Perón, esperando que aterrice el avión, y allí se terminarían nuestros problemas. Mentira absoluta. Por más que existan intereses entre grupos distintos, a la hora de resolver los problemas de sus verdaderos jefes, la oligarquía financiera, no hay contradicciones. Bacileff Ivanoff, el «déspota fascista», o Capitanich, «amistoso y generoso», son las dos caras de una misma moneda. Uno vino a armar toda la ingeniería de los grandes negocios financieros (fiduciaria, Bolsa de granos, bolsa de comercio, etc), el otro vino a profundizar el ajuste, sobre el ajuste, más ajuste. Pero lo peor de todo esto es que se intenta conformar una posición ideológica, de depositar todas las esperanzas, éxito de los problemas en una persona, no salir de la idea «síganme que no los voy a defraudar» es la misma ideología, que se contrapone con la de las formas de producción más avanzadas de nuestra sociedad. Tenemos que seguir profundizando lo que viene haciendo nuestra clase obrera y nuestro pueblo, hay que empezar a institucionalizar esos métodos, ir generando el nuevo poder el poder revolucionario, el poder del pueblo de la clase trabajadora, en contraposición del poder de los grupos económicos. Y a Capitanich, cuando vuelva habrá que esperarlo como lo que es: el gerente de los monopolios, como un verdadero enemigo del pueblo.