Analizar más de dos horas de discurso presidencial, lleno de advertencias, reproches y frases grandilocuentes, pareciera ser lo más tentador. Pero hay que separar la paja del trigo y no dejarse engañar por la barricada kirchnerista. La cruzada antiyanqui y las denuncias conspirativas son parte del mismo paquete que la Señora Presidenta quiere que compremos. Sus denuncias, en todo caso y sin temor a equivocarnos, son parte de la gran disputa que muy allá arriba se está librando entre sectores burgueses monopolistas en la que ninguno de los contendientes logra disciplinar al resto. Esto es lo recurrente y lo que expresa la actual situación política argentina: Una profunda división en el campo de la clase dominante, una crisis política que se acentúa y en la que cada uno atiende su juego. En el medio, queda la retórica presidencial para calmar a las almas y conciencias nacionales y populares que aplauden a rabiar a una mandataria que denuncia que Estados Unidos y el juez Griesa no le permiten pagar a los acreedores externos. El antiimperialismo yanqui en boca de un gobierno proimperialista. Pero lo verdaderamente importante para los trabajadores y el pueblo es leer entre líneas el discurso presidencial. Cuando la Presidenta afirma que hay sectores que están forzando una devaluación es porque la devaluación ya está hecha. Solamente falta «ponerle la firma» para hacerla oficial. Como decimos más arriba, lo que todavía no puede dirimirse es cuán cruenta será la misma atento a las peleas y disputas en la que ningún sector burgués logra imponerse sobre el otro. Pero tengamos claro que lo único que ellos discuten es cómo acrecentar ganancias y acumular capitales, dando por descontado que la fiesta la pagaremos los de abajo. La lucha de clases, como siempre, mete la cola y la fiesta no será tal. El agravamiento de las condiciones de vida de las masas y la decisión de no aflojar en las demandas están latentes y, según pasan los días, alimentan la presión de una olla que no tardará mucho en explotar. Un nuevo ciclo de luchas se está macerando dado que la situación comienza a ser insoportable para amplios sectores populares. Los problemas de los de arriba no son los nuestros; sigamos sosteniendo las demandas y afrontemos lo que se viene con la decisión firme de no dejar avasallar más la dignidad del pueblo. La disputa política pasa por continuar defendiendo nuestras conquistas y derechos en la continuidad de la búsqueda de una salida revolucionaria de las grandes mayorías populares.