La idea de que el capitalismo es intocable, es una idea que la burguesía ha instalado en nuestra sociedad, con el objetivo de preservar su poder. Para ello, se vale tanto de posiciones políticas retrógradas y bien de clase, como de elucubraciones más engañosas y edulcoradas, que vienen de la mano de intelectuales “progresistas”, contrabandistas del marxismo del siglo XXII y seudo revolucionarios. En síntesis: contrabando de ideología burguesa encubierto en empaque “revolucionario” o “nacional y popular”.
Por supuesto que el punto central de esta posición ideológica es el ocultamiento de la lucha de clases, pero nos queremos detener en este artículo, en el tema del “antimperialismo”.
La primera y más grande mentira respecto a esto radica en el papel de Estado, quien es presentado como “árbitro de la puja distributiva”… Desde esta óptica burguesa, el Estado es un ente neutral que interviene y dirime el conflicto cuando la discusión entre las partes no se consensua entre los contendientes… Y cuando por el vigor de la lucha de clases, los conflictos se les van de las manos, le echan la culpa a fuerzas ocultas que intervienen desde afuera o desde las sombras: entre las preferidas están el neoliberalismo, la derecha, y por supuesto, el imperialismo… En esta línea nos plantean que la sociedad cuenta con un enemigo exterior que cuenta con “aliados adentro del país” (algún monopolio), que por lo general identifican con alguna empresa específica o con una persona determinada, pero nunca como la clase social en el poder o lo más concentrado de la burguesía.
En alguna medida, buscan con esto sostener y apuntalar la idea de que el capitalismo salvaje o neoliberalismo son expresiones del imperialismo; pero que existiría un capitalismo antimperialista, beneficioso para toda la sociedad. Sólo haría falta un gobierno “popular” para ponerlo en marcha… Así, para estos personajes que subestiman a la clase obrera y al pueblo, el imperialismo dejaría de ser un proceso económico de concentración del capital que no tiene reversión y marcha inevitablemente hacia una mayor concentración; quedando reducido a una política llevada adelante por los malos, que no quieren el desarrollo del país y se sirven del él en forma inescrupulosa para obtener ventajas y ganancias excesivas... Desde esta concepción burguesa, sería posible combatir al imperialismo con otra política diferente, sin necesidad de destruir el sistema. En síntesis, nos dicen que desde el capitalismo es posible combatir el imperialismo.
Nada más ajeno a la realidad. Esta brutal mentira se reduce a un solo objetivo: continuar sosteniendo las ganancias de los monopolios; sea cual fuese el discurso, terminan ejecutando una sola política: contra los trabajadores y el pueblo.
La realidad está a la vista: su plan no es otro que el sostenimiento del sistema capitalista de producción basado en la obtención de la ganancia y reproducción del capital a costa del del trabajo y esfuerzo del resto de la sociedad.
A no confundirse: una cosa son las contradicciones, choques y hasta guerras para ver quién se queda con el mejor pedazo de la torta, en la disputa del poder de decisión sobre los negocios que existe entre las facciones de la burguesía en el poder. Pero lucha interimperialista nunca es lucha antimperialista.
Por el contrario, la lucha antimperialista es lucha anticapitalista, sino, NO existe. Y esa lucha sólo podemos llevarla a cabo las víctimas del capitalismo, o sea, la clase obrera y los sectores populares.
El imperialismo es capitalismo en descomposición. La propiedad privada capitalista ha devenido en propiedad “asociada” capitalista, tales como las sociedades anónimas o sociedades mixtas (estatales y anónimas) o las del Estado. Se trata de la propiedad capitalista monopolista que somete a toda forma de propiedad anterior, y que ha superado a la propiedad individual, tal como se la conoció en los orígenes del capitalismo.
Tanto la empresa “privada” como la empresa “mixta” o la empresa “estatal” en esta sociedad, son variantes de empresas imperialistas transnacionales, porque el Estado está al servicio del imperialismo. El monopolio no elimina las contradicciones intercapitalistas entre la burguesía, sino que las exacerba y las convierte en contradicciones interimperialistas; a la vez que profundiza también las contradicciones entre la burguesía y las clases explotadas y oprimidas.
Como vemos, resulta evidente, que cuando hablamos de lucha antimperialista, sólo podemos hacerlo desde la posición de la clase obrera y los sectores populares, y nunca desde algún sector de la burguesía.
La burguesía en el gobierno buscará seguir endulzando los oídos del pueblo con cierto discurso “anti norteamericano” o “antimperialista” (basta detenerse en el discurso presidencial del día de ayer). Lo que buscan desesperadamente es ocultar el carácter monopólico del Estado y de este gobierno; y esconder que hoy, la única lucha antimperialista es la que combate al capitalismo.
Sra. Presidenta: sus discursos presidenciales, por más encendidos que aparezcan, ya no disfrazan nada. Hoy, el antimperialismo es una lucha profundamente anticapitalista, lucha contra un sistema totalmente agotado que está destruyendo a la Humanidad y que no nos propone nada en el presente ni en el futuro.
La lucha antimperialista no puede concebirse sin la necesidad de destruir el Estado burgués y la construcción, sobre sus escombros, de un Estado revolucionario proletario y popular.
No puede concebirse el antimperialismo desligado de la lucha por el poder para el proletariado y pueblo, contra la oligarquía financiera y la burguesía como clase.
Eso que tanto que tanto anhelamos podemos conquistarlo: una democracia plena, directa, de nuevo tipo, capaz de poner en movimiento todas las energías y recursos humanos, naturales y producto del trabajo, para la satisfacción de todas las necesidades y aspiraciones que este pueblo requiere para realizarse y ver materializada la vida digna, de la mano de un proyecto venturoso y de desarrollo humano, en armonía con la naturaleza. Por esa Revolución, es por lo que luchamos.