Mucho y muy buenas cosas se han escrito sobre el “Che”. Sólo es posible recrear su pensamiento y su acción y por lo tanto seguir avanzando en una caracterización del revolucionario indomable trayéndolo permanentemente a la actualidad. No dejarlo descansar en su ubicación histórica.
En realidad el Che fue un internacionalista consecuente y quizás traerlo al día de hoy significaría para todos nosotros un aporte de ver el concepto de internacionalismo que tenía incluso como algo que iba más allá de su presencia física que tuvo en Cuba, El Congo, Bolivia y tantos puntos del planeta previo a la revolución del 59 y durante el proceso revolucionario en marcha hasta su partida a nuestro país vecino.
Ya en los años 60 del siglo pasado el “che” caracterizaba que en América Latina no había más cabida para las burguesías nacionales. Es importante que los jóvenes de hoy reflexionen y estudien este tema cuya base de pensamiento se encuentra en el Capital de Marx y los escritos de Engels, lo aborda con intensidad Lenin y el “Che” lo ubica en el contexto planetario de la época y específicamente de América Latina.
Su pensamiento fue dialéctico y es por ello que hay que seguir estudiando este tema, profundizarlo. El “Che» nos dio unas cuantas herramientas para analizar ese concepto que aún hoy prevalece en ciertos países en donde reina una confusión sobre el papel de gobiernos de neto corte populista que se autodenominan “Burguesías Nacionales” con capacidades de tener un proyecto propio, nacional, popular y latino americanista.
Al Che no le tembló el pulso para caracterizar a estas burguesías como cadáveres deambulando en un ya instalado Capitalismo Monopolista de Estado, se había enterrado por siempre la idea de un Capitalismo de Estado en nuestros países que se habían floreado durante más de 20 años con sus burguesías sentadas sobre la plusvalía extraída de grandes masas de obreros insertos ya en sociedades con un orden industrial que en muchos casos llevaba décadas y en otros de neto peso campesino se trasladaban a las grandes urbes a brindar su fuerza de trabajo a la gran industria de estos países.
Pero el Che se animó en medio de ese diversionismo, y desde una tribuna avalada de una revolución triunfante al plantear lo que pocos de su peso político plantearon.
Fue un internacionalista que caracterizó la época del imperialismo en América Latina como de Capitalismo Monopolista de Estado, una época que se abría paso a sangre y fuego por todos los continentes afirmando lo que ya los Estados imperialistas tenían como base de administración Estatal, es decir los monopolios dominando las instituciones burguesas.
Implacable en esa caracterización de esos gobiernos aún cuando el contexto histórico y de lucha de clases era mucho más complejo. Cuando aún ese proceso estaba en pañales, embrionariamente en América Latina.
Las supuestas “burguesías nacionales” malolientes de hoy se pavonean con discursos de barricada, pero muestran sus andrajosas vestiduras cuando ponen sobre el tapete en sus acciones cotidianas las políticas de uno u otro sector de la oligarquía financiera que disputan palmo a palmo las riquezas que generan nuestros pueblos laboriosos.
No son gobiernos populistas de la época en donde “nacía” el Capitalismo Monopolista de Estado, son gobiernos que sirven de freno al gran torrente de descontento por la acción de los monopolios en los Estados, son gobiernos que sirven de freno a la Revolución social.
Es en este sentido que Che fue también un internacionalista convencido. Nos dio herramientas para analizar el devenir de los procesos de concentración económica que se venían dando en esos años y el proceso de centralización de capitales. Avizoraba desde una nueva etapa del Capitalismo Monopolista de Estado ya analizado en su momento por otros destacados revolucionarios que en su última fase el capitalismo es imperialismo y que el mismo tendía a centralizarse políticamente correspondiéndose con la necesidad de ese proceso de concentración producido en la producción.
El “Che” desarrolló entonces la idea de la lucha por el poder, él fue quien hizo célebre la consigna de crear uno, dos tres Vietnam cuando este país se batía heroicamente contra EEUU.
Afirmaba que en los pueblos crecería más temprano que tarde la idea de una mayor democracia para corresponderse con una cada vez mayor socialización de la producción y que para ello se necesitaba de verdaderas revoluciones proletarias y populares en donde los pueblos jugasen el papel preponderante en un verdadero estado de movilización permanente en la administración del Estado revolucionario, cosa que junto a Fidel impulsó hasta su último día.
La vida le dio la razón y el mundo se globalizó. La lucha de clases mantiene en vilo a la oligarquía financiera pero aún la época de revoluciones proletarias y populares que se apoderen del Estado para crear un Nuevo Estado están por nacer. Aquí y allá los pueblos se encuentran en esa búsqueda que vaticinó el Che, él fue quien recreó a Lenin en la idea de “empujar” los procesos y que para que haya revolución no necesariamente las relaciones de producción se tienen que emparentar localmente y en forma mecánica con el desarrollo de las fuerzas productivas. Se podía, en ese entonces, como fue en la propia Cuba, tomar el poder y, a partir de ello, avanzar en la revolución. Hoy, esa premisa de condiciones está varias veces más madura que antes. Las bases materiales de una revolución proletaria y popular requieren de los revolucionarios una firmeza en el timón para combatir cualquier intento de contrabando ideológico que obnubile y desprecie el movimiento de masas hacia la Revolución.