El marxismo-leninismo es una guía para la transformación. Por eso, no es lo mismo recitar el marxismo que llevar las ideas revolucionarias al seno de las masas, para ayudar a encontrar los caminos que acerquen al objetivo de la toma del poder.
Las ideas revolucionarias se materializan en la acción. Concebir ideas revolucionarias sin la acción que las plante en el seno de la clase obrera y el pueblo, sin el proyecto revolucionario que en cada paso muestre un acercamiento en el camino por la construcción del nuevo poder revolucionario, embrión del futuro Estado socialista, es tan vacío e inútil como un cartucho sin pólvora ni municiones.
La agitación y la propaganda son la punta de lanza de la acción revolucionaria. Porque si las ideas revolucionarias no están, si el proyecto revolucionario no está ¿qué es entonces lo que puede ayudar a encontrar los caminos hacia la toma del poder?
La agitación y la propaganda constituyen así el estandarte con el que los revolucionarios tenemos que abordar al movimiento de masas siempre. En momentos de calma, y en la movilización y las luchas.
Pero llevar las ideas revolucionarias al movimiento de masas significa también poner en práctica las mismas. Es llevar el proyecto revolucionario en la acción.
En nuestra situación actual, es realizar una campaña de propaganda masiva y constante en cada lugar, utilizando los medios escritos, y de todo tipo, a nuestro alcance; ejercer con amplitud y firmeza la asamblea con la práctica de la democracia directa; institucionalizar esa forma organizativa en cada fábrica y en los sectores del pueblo en donde actuemos; favorecer y fortalecer la decisión soberana de las masas en cada lugar en donde se están planteando los problemas que se padecen; buscar los puntos de unidad con la clase y demás capas populares en la zona y la región y así decidir cuáles son los pasos a seguir para alcanzar su solución de una forma revolucionaria, es decir por la fuerza y la acción de las masas contra el poder de los monopolios con la bandera del proyecto revolucionario. Esto último es muy importante, porque un conflicto puede ganarse obteniéndose la conquista, pero la calidad del triunfo varía si se gana de una forma revolucionaria, es decir, con la presencia sentida y evidente del proyecto revolucionario practicando la metodología revolucionaria en la acción de masas.
Toda lucha de masas implica la profundización de la lucha de clases, el ahondamiento de las contradicciones del sistema capitalista y de la crisis política de la burguesía. El arrinconamiento de la burguesía monopolista y la obligación de ésta de retroceder ante el embate de masas, cediendo la salida que éstas obligaron a encontrar arrancándole a la burguesía una respuesta a la demanda planteada. Pero ante cada batalla perdida la burguesía tenderá a recuperar lo que le fue arrancado. Y esto, por experiencia lo sabemos, lo repetirá sin cansancio mientras tenga el poder, convirtiendo así en crónica la contienda con los oprimidos y explotados. Por eso, el camino de la lucha debe tener un norte que conduzca a la clase obrera y el pueblo a la ruptura de esa lucha permanente logrando un triunfo definitivo.
La presencia de las ideas y el proyecto revolucionario, opera en el movimiento de masas en una forma que no lo hace cualquier otra lucha o confrontación de clases, provocando un cambio cuantitativo y cualitativo. Cuantitativo, en el sentido de que suma fuerzas, fortalece la unidad de la clase y de ésta con el pueblo, acumula en organización, extiende nacionalmente el ejemplo de la lucha, alienta a nuevas luchas a otros sectores que ven el ejemplo a seguir, etc. Y cualitativo, porque actúa en la conciencia de los hombres y mujeres que participan en forma directa en el conflicto quienes asocian y fusionan el proyecto revolucionario con su práctica de lucha, y además influye indirectamente a los hombres y mujeres que ven en el ejemplo de ese accionar de masas con el proyecto revolucionario la forma de resolver su problemas de vida y la apertura de una puerta de salida al sistema oprobioso del capitalismo.
De tal forma que, además de profundizar el desprestigio, la desconfianza y odio a las instituciones y toda la mentira proveniente del Estado y del conjunto del aparato político e ideológico de la burguesía, va generando expectativas y confianza en la fuerza propia y en el camino revolucionario como garantía de triunfo y de perspectiva de cambio definitivo de sus vidas.
Los revolucionarios no tenemos ningún interés subalterno. Queremos hacer la revolución y sabemos que la revolución es obra de las masas proletarias y populares. No es obra de ningún partido que la hará en nombre de ellas. Los revolucionarios sin las masas no son más que predicadores de un supuesto marxismo aprendido como doctrina. Porque el poder del nuevo Estado socialista por el que luchamos estará asentado sobre la clase obrera y el movimiento de masas movilizado. No sobrevive ningún proyecto revolucionario ni partido revolucionario si no hay una fusión de los mismos con el movimiento de masas.
Pero no hay movimiento de masas que pueda lograr su liberación del yugo capitalista y del poder burgués sin proyecto revolucionario y sin un partido proletario que lleve el plan nacional revolucionario a cada lugar en el que se exprese la lucha de clases del proletariado y el pueblo contra el poder burgués.
Hoy es imprescindible y tarea indelegable mantener firme el timón y llevar con audacia y determinación las ideas revolucionarias y el proyecto de liberación a cada sector del proletariado y el pueblo. Sin ello, no será posible avanzar en el camino de la revolución, que está en marcha.