Se aproxima el fin de año y la acumulación de los problemas y contradicciones que se fueron sumando en los doce meses, va ejerciendo más y más presión en medio del contexto social.
Los movimientos de los asalariados se advierten en todos los ámbitos del país. Desde el interior de las fábricas, pasando por el descontento de distintas empresas (bancos, seguros, comercios, etc.) hasta las dependencias estatales en todos sus niveles (nacional, provinciales y municipales).
Las demandas salariales de todo tipo arrecian bajo cualquier denominación. Así aparecen los reclamos por los bonos de fin de año, por la reapertura de paritarias, eliminación del impuesto al salario (conocido como impuesto a las ganancias que se aplica contra los trabajadores), aumentos de categorías, etc.
El eje gira en la obtención de un mayor ingreso al bolsillo que permita afrontar los gastos de fin de año de mejor forma, y de instalar un nuevo piso a los básicos a fin de mejorar los ingresos permanentes.
El común denominador que representa esta demanda convierte a la lucha en política y unitaria. Política porque es toda la burguesía y su Estado los que llevan adelante el achatamiento del salario, dado lo cual la fuerza a la que hay que enfrentar es a toda la clase burguesa. No obstante, eso no quita que a la burguesía se la enfrente en lo particular en cada empresa, en cada fábrica en cada unidad productiva. Su carácter político y generalizado hace también que por su contenido, la lucha por mejores ingresos tenga una esencia unitaria de todos los trabajadores del país. Dado lo cual son importantísimos los vínculos que por abajo puedan tejerse, a fin de alcanzar la conquista por la que luchamos.
La burguesía ha puesto a todos sus resortes en defensiva para tratar de aplacar la demanda que viene de las bases mismas de cada sector de trabajadores. El objetivo de ellos es suavizar el enfrentamiento y descomprimir, lo más que se pueda, el malestar social y el creciente movimiento que arrecia con su presión.
Por eso, es que varias reparticiones estatales ya han otorgado los famosos bonos de fin de año, aclarando que es por única vez y que no deben tomarse como antecedentes para las futuras negociaciones paritarias.
Pero estas actitudes, lejos de suavizar el ambiente, generan más contradicciones porque, por un lado, los trabajadores que aún no han logrado la reivindicación se ven alentados por el ejemplo de aquellos que la obtuvieron y, por el otro, los sectores burgueses que no estaban dispuestos a otorgarla, o sus márgenes de utilidad no les permiten hacerlo si no es a costa de sus porcentajes de ganancia (cosa que no quieren resignar), se enfrentan con sus pares empresariales y los Estados provinciales o municipales, acusándolos de irresponsables y de favorecer el proceso inflacionario (ya que arteramente atribuyen al salario el aumento de la inflación).
Lo que debe quedar en claro a todos los trabajadores es lo que se confirma en cada experiencia de lucha: que éste es el momento más indicado del carnaval para «apretar el pomo para mojar», tal como reza la vieja sentencia popular.
Todo es propicio para obtener una mejora inmediata en los ingresos: desde lo económico, son muy promisorios todos los negocios en cartera de la burguesía monopolista, a pesar del intento de acobardar con el desempleo que, en la mayoría de los casos, no es otra cosa que medidas preventivas de echar a los que consideran revoltosos a fin de dejar llano el terreno para los próximos meses de gran producción y de paso favorecer el achatamiento del salario; desde lo político, están más débiles que nunca para afrontar una embestida salarial, pues las divisiones de la burguesía son muy profundas, la disputa por el timón político es innegable, ya que no hay sector que imponga su hegemonía en este momento y eso se expresa claramente en la falta de gobernabilidad, la ausencia de autoridad, y todos los fracasos diarios que se evidencian en todos los planos de la vida social, tales como la inseguridad, el desmoronamiento de toda institucionalidad estatal y/o empresaria y social a través de las cuales se ha disciplinado al pueblo en décadas pasadas; el desprestigio de toda autoridad; y la incapacidad de los gerentes sindicales de imponer a sus estructuras gremiales como muro de contención mostrando, por el contrario, una permeabilidad inusitada a las demandas de las bases, etc.
La agitación por mayores ingresos en todas sus formas y derogación del impuesto al salario, está hoy a la orden del día y es nuestra tarea como revolucionarios generalizarla, organizarla y profundizarla.