(José Larralde)
Antiguamente, las sociedades humanas vivieron siempre en íntima relación con la naturaleza. No vivieron sólo “por el tiempo”, no nace el “día tan sólo por el sol”. Esa intimidad se logró con el trabajo de transformación que las manos, y luego con ayuda de los instrumentos herramientas, produjeron en la naturaleza. En esa historia de la humanidad, en ese caminar de milenios apareció el excedente de la producción y con ese excedente aparecieron las clases. Los poseedores, las clases que se fueron apoderando de ese excedente y necesitaron “custodiarlos con Estados acomodados a sus intereses” y por otro lado, las clases productoras, los desposeídos de todo excedente, sometidos a esos Estados.
Hasta nuestros días esas clases están enfrentadas y todos los gobiernos han intentado por siempre ocultar la existencia de las mismas y cuando no pudieron han querido “inventar” nuevas ideologías o en su defecto decretar “el fin de las ideologías”.
«No solamente se vive
por el tiempo
No nace el día
tan sólo por el sol.»
En estos días nos aprisiona el corazón la degradación a las que nos quieren someter las clases poseedoras, nos quieren aplicar la ley en que ¡sí! se vive sólo por el tiempo y que el sol sólo es lo que da la señal de un nuevo día.
En su irracionalidad, en su brutalidad esta clase que lo tiene todo es la que nos habla de que el trabajo “dignifica al hombre” y a la vez nos quitan todo. En el capitalismo y cuando el Estado está dominado por los monopolios aparece con más claridad que el trabajo no dignifica al hombre, por el contrario, lo aplasta, lo embrutece, lo degrada, el Hombre es considerado tan sólo tiempo para producir para los que más tienen.
Pero en estas sociedades asqueadas de “indignidad” el tiempo y el sol producen estremecedoras acciones de explotados y oprimidos que le agregan un sentido mayor a la vida que el propio trabajo, entendido ya como una sana relación entre el hombre y la naturaleza, alejado de todo negocio.
Se trata, nada más y nada menos, que la lucha para que el tiempo que nos roban y el sol que nace cada día nos conduzca a una nueva sociedad.
La lucha por ganar esa dignidad del hombre que produce para su subsistencia cobra un sentido profundo porque “empuja” la historia para adelante.
Somos un pueblo que sabemos morder la bronca.
A la vez aparecen infinitos brotes que se traducen en enfrentamientos contra el atraso que nos quieren imponer, al freno de la historia al que estamos expuestos cuando las minorías incapaces dominan el Estado.
Sólo imaginemos entonces ¿qué sería de nuestro pueblo si ese excedente que producimos con nuestras manos, con nuestra inteligencia social, con nuestra sabiduría de hacerlo todo fuese de las mayorías?
Todos los días miles y miles se agregan a la lucha por una u otra cuestión que afecta a la dignidad humana y esa bandera que unifica a nuestra sociedad y que se expresa en infinitas consignas se está encaminando paso a paso a un sendero de revolución social en donde “el tiempo y el sol” cobrarán el valor de una vida digna de ser vivida.
Habrá explosiones sociales, habrá cada día más organizaciones que se irán robusteciendo hacia la conquista del poder, habrá todo tipo de expresión para “destapar” la historia y el Hombre se sentirá más digno cuanto más se involucre, en esta etapa extraordinaria de la sociedad de rompimiento definitivo con la explotación de unos pocos monopolios y sus instituciones, con las grandes mayorías ávidas de vida.