El precio del barril de crudo llegó esta semana a 65 dólares, su menor precio desde julio de 2009. La reunión de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) celebrada a finales de noviembre, decidió mantener el cupo de producción de 30 millones de barriles diarios lo que implica una sobreoferta ante la baja de la demanda mundial, por lo que se sostiene que el precio puede seguir bajando.
La economía capitalista conoció reiteradas “crisis del petróleo”, en la que se dirimían las disputas por las fuentes de reservas que se distribuyen por el mundo. Muchas guerras e invasiones (como la de Irak de 1991 y la posterior de 2002, por ejemplo) estuvieron enmarcadas en esta lógica.
Lo que hoy está sucediendo supera ampliamente esas condiciones; la lucha ya no se limita solamente al control de las regiones y reservas de crudo en el planeta sino que además debe ser enmarcada en la crisis económica y política estructural del sistema capitalista en su conjunto y a las contradicciones que no puede resolver ninguna de las facciones de la oligarquía financiera mundial.
Las razones que se esgrimen para que la OPEP mantenga su producción y haga caer el precio del barril a límites históricos son variadas; la producción de petróleo y gas con el método de fractura hidráulica viene creciendo y esto es una contradicción objetiva que enfrenta a los capitalistas entre sí, por lo que los países de la OPEP intentan competir bajando los precios del crudo dado que el costo de producir con el método tradicional es siete u ocho veces más bajo que el producir con el método de fracking. Otra de las razones, y no menos importante que la anterior, es la caída de la demanda mundial producto de la recesión que afecta a la economía capitalista, cuestión que muy pocos esgrimen y que está “tapada” por los analistas del sistema que cada tanto venden “recuperaciones” económicas que luego deben ser desmentidas.
Pero como decíamos al principio, la guerra exacerbada entre capitales que se da en el planeta tiene hoy en el petróleo un capítulo más donde desarrollarse; en el medio, los cambios y avances y retrocesos entre los distintos capitales que compiten por mantener su cuota de ganancia están a la orden del día.
El gobierno de Qatar (uno de los doce países miembros de la OPEP) ha llegado recientemente a un acuerdo con el gobierno de China para venderle a este país su petróleo en yuanes; esto significa que Qatar deshecha al dólar como moneda de cambio aceptando yuanes chinos, lo que abre de par en par una puerta de entrada directa de China en el mercado de petróleo dominado por la OPEP. Recordemos que hasta hoy el dólar estadounidense era la única moneda de intercambio en el mercado petrolero, lo que significó que esa divisa fuera la moneda de intercambio mundial y, por ende, que todas las reservas de los países, que antes eran respaldadas por el oro fueran reemplazadas por los dólares norteamericanos. Este acuerdo entre China y Qatar (muy poco informado y difundido) hace que el status quo existente hasta aquí en la producción y comercialización del petróleo se vea cuestionado. Es muy posible que otros países productores sigan ese ejemplo, lo que implicaría que el dólar pierda esa posición de privilegio conseguida hasta aquí, al mismo tiempo que sería la extorsión perfecta de los países productores de petróleo convencional para competir con la decisión de Estados Unidos de autoabastecerse con el shale oil producido en ese país y en los países donde ya ha asentado sus reales, como aquí en la Argentina.
Al mismo tiempo, China ha firmado acuerdos comerciales con Canadá en los que se utilizará el yuan en reemplazo del dólar. Canadá es el primer socio comercial de Estados Unidos, con un intercambio de 635.000 millones de dólares anuales. Al mismo tiempo el centro financiero alemán de Frankfurt, como antes Londres y Paris, luego del arreglo entre el Banco Popular Chino y el Banco Federal Alemán, ha obtenido el derecho de liquidar pagos en yuanes en el centro económico de Europa.
Todos estos acuerdos recientes, que se suman a otros efectuados en Asia y América del Sur, implican que los dólares que antes debían comprarse para realizar las transacciones económicas y financieras son reemplazados paulatinamente por el yuan chino. Un tembladeral afecta entonces a la economía capitalista mundial, el que hoy se expresa en toda su magnitud en esta nueva “crisis del petróleo”.
Para aquellos que ven con simpatía e ilusión la nueva “multipolaridad” deberían recordar que la lucha interimperialista mundial no es un acuerdo entre caballeros, ni vienen a traer beneficios a los pueblos del mundo. Muy por el contrario, esas luchas expresan la exacerbación de la voracidad del capital para quedarse con regiones enteras del planeta, con sus recursos humanos y materiales, para su propio beneficio. Buscan desplazarse los unos a los otros en pos de mantener su cuota de ganancia, afectada por la crisis capitalista mundial; en esa lucha, los pueblos sólo contamos como una mercancía más.
No nos imaginamos a Lenin analizando las contradicciones y luchas entre capitalistas para ponerse contento a ver quién ganaba la partida; muy por el contrario, Lenin analizaba esas luchas interburguesas para ayudar a avanzar la teoría y la acción revolucionarias.
Ese camino es el que hay que seguir ante esta situación mundial; lejos de ponernos contentos por quién desplaza a quién o qué facción de la oligarquía financiera internacional se impone, los pueblos debemos analizar estas contradicciones para profundizarlas y para avanzar en la lucha revolucionaria.